Mis padres disfrutaron muchísimo de sus vacaciones con el IMSERSO. Un mes antes del viaje empezaban los preparativos, incluida la compra de un carrete Kodak de 36. Y un mes después seguían contando anécdotas y mostrando las 36 fotografías a cualquier incauto que se presentase por su casa. Así que una semana en Benidorm se convertía en tres meses de ilusión. No es mucho para compensar una vida de sacrificios, pero ellos se sentían afortunados.

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También se sintieron afortunados cuando llegaron momentos peores, los de consultas, hospitalizaciones y convalecencias, porque contar con tres hijos que se organizaban para estar siempre con ellos les proporcionaba mucha seguridad. Qué diferente a las situaciones de otras personas mayores completamente solas, que se enfrentan a esos episodios tan difíciles sin red familiar ni social.

El incremento de la esperanza de vida y la importancia de un envejecimiento activo han hecho reaccionar con agilidad a las administraciones públicas. Hace unas semanas la Junta de Castilla y León anunciaba un paquete de medidas dirigidas a fomentar el ocio saludable de nuestros mayores. Solo queda dar la enhorabuena por la iniciativa y desear que la disfruten. Seguro que es así, porque nadie mejor que ellos sabe exprimir las buenas oportunidades que brinda la vida.

Pero es en la segunda parte de la historia donde sigue habiendo lagunas. Las alternativas para disfrutar en la tercera edad van por el buen camino, pero la respuesta ante determinadas eventualidades necesita muchas mejoras. Me dirán que existe la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, que cubre las necesidades de las personas mayores dependientes. Y es cierto, aquellas personas que estén en un «estado de dependencia de carácter permanente, por razones de edad, enfermedad o discapacidad» podrán solicitar, por ejemplo, un asistente personal para realizar las actividades básicas de la vida diaria. Pero ese «carácter permanente» deja fuera muchas situaciones en las que esa ayuda también es imprescindible: una convalecencia tras una intervención quirúrgica, una hospitalización puntual, la asistencia a consultas o a tratamientos prolongados, etc. Situaciones que con apoyo familiar se pueden articular con mayor o menor esfuerzo, pero que se convierten en una dificultad insalvable cuando afecta a personas que están realmente solas, esas que no celebran San Valentín, ni el Día del Padre, ni de la Madre.

Seguramente al lector le haya venido a la mente algún conocido al leer estas palabras. Es fácil, en nuestra provincia son en torno a 20.000. Les verán arrastrando un carrito en el supermercado, en salas de espera de consultas médicas o realizando cualquier trámite, muchas veces superados por la complejidad de la gestión. Para ellos no haber celebrado San Valentín ayer es el menor de sus problemas. La Estrategia de Mayores de Castilla y León presentada hace apenas dos días puede ser el marco idóneo para empezar a poner soluciones sobre la mesa, pero no puede demorarse más.

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