Qué frío. No habíamos tenido invierno en Salamanca hasta hace unos días y ahora el termómetro está más que gélido. Cuando llegué hace ya dos décadas a esta ciudad, me instalé pensando que me mudaba a Oslo o Copenhague. Me extrañaba no ver a muchos rubios por la calle o que la Gran Vía no estuviera hasta arriba de bicis, pero Salamanca en mi imaginario era nórdica. Uno que se ha criado en Extremadura está más cerca meteorológicamente hablando de Kenia que de Salamanca. Ese frío del norte de Europa hacía años que mis huesos no lo vivían, pero parece que ha vuelto.

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Con guantes escribo este balance del año 2024, aunque lo hago como se hacen los repasos del año anterior: con nostalgia y con la esperanza de que el próximo mejore lo presente. Y es que somos millones de personas a las que no nos va mal, pero nos podía ir mucho mejor. Somos mayoría, pero nos vendemos muy mal en relación a los que se quejan todo el santo día y a los supuestamente les va genial y extremadamente bien. Estas fiestas navideñas son la temporada alta de los triunfadores de la vida. Te los encuentras una vez al año o cada lustro, pero todos van en cohete por la vida. Sus hijos no hacen ruido ni se ponen malos, trabajan en oficinas idílicas y son felices que tiran para atrás. Todo esto te lo cuentan por la calle tras un educado y simple ¿qué tal todo? Es increíble la facilidad que tiene la gente para interpretar un papel de triunfador hasta después de Reyes. Yo a estos me los imagino amargados de la vida el resto del año, pero en Navidades llega su momento estelar. Además, se equivocan de pleno con esa actitud. Lo que engancha y conecta de verdad es el que responde al 'qué tal todo' con un 'no entro en detalles, que te amargo la existencia'. Esos son los verdaderos y los que te caen bien. La gente auténtica es la que nunca olvidas.

Pero vamos a dejar al 2024 a un lado, que ya forma parte de los libros de Historia. Poniendo el foco en 2025, que dirían los modernos, lo que veo es que cada uno intente hacer la guerra por su cuenta para mejorar, ya que como conjunto vamos a ir a peor, por no decir a desastre. Nos centraremos en intentar que los propósitos de principios de año lleguen a mediados de enero, en pelear por intentar ser mejores con nuestras familias y amigos y en no parar de aprender profesionalmente. Es lo que nos queda, ya que el resto no está en nuestra mano y todo pinta muy mal.

El progresismo este que nos está volviendo majaretas va a seguir con Pedro Sánchez a la cabeza, por lo que intentar combatirlo desde esta tribuna es ya más un desahogo personal que útil. Si han leído alguna vez esta columna, sabrán que no sé votar ni escribir ni pensar con la izquierda, pero es que a veces la derecha, representada por el PP, es un circo de tres pistas. En qué cabeza entra ahora pactar y jugar a las alianzas con los independentistas de Junts. Para llegar a La Moncloa primero hay que creérselo y eso implica jugar a ser ganador y no salir a perder. Los grandes estrategas en Génova se frotarán las manos haciendo ver la debilidad parlamentaria de Pedro Sánchez con el infame pacto con Junts, pero lo que vemos el resto en la calle es un sinsentido y un tiro en el pie a la ya malgastada hoja de ruta popular. Es decir, el PSOE es el que dice que pactar con herederos de ETA e independentistas está bien y con VOX es caca, pero el PP se come este argumento con patatas y juega al son que marca el socialismo. Con este tablero político, ya les digo yo que el balance de 2025 va a ser igual de calamitoso que el de 2024. Lo dicho, mejoren ustedes en lo particular, que en lo grupal estamos condenados. Feliz año.

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