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La Feria Ganadera de este año, Salamaq 2020, se va a parecer bastante a un documental de la 2: veremos a las vacas y toros ... en la pantalla. De forma virtual, se dice ahora. Pues eso, virtual. Así, esta sobremesa podré cambiar el ritual de apareamiento de saltamontes boreal por vacas y toros de raza pura y selecta. Y si quiero, también podré comprar uno. Es lo que toca en este año pandémico en lo sanitario y anémico en todo lo demás, en el que el directorio sanitario de la Comunidad, Igea-Casado, sigue apretando, como usted habrá podido comprobar. Una feria heredada de aquella que nos regaló Enrique IV por nuestro apoyo -ocurriría lo mismo con Felipe V y la Plaza Mayor- y nuestro silencio mientras echaba abajo el alcázar en el que se encerró el levantisco Pedro González Ontiveros, que fue desalojado a la fuerza. Quedan restos de aquel castillo y de su torre del homenaje, que podemos añadir a la “Salamanca desaparecida” y su posible museo. Nos callamos entonces y nos callamos ahora, cuando se impide que a un CAEM o Palacio de Congresos puedan ir más de cincuenta personas a escuchar un concierto, enterrando aún más a nuestra industria cultural. ¿De verdad la seguridad de un aforo de mil butacas está en cincuenta espectadores? Parece que sí, según nuestro particular “Dúo Dinámico”.

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