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Alberto Núñez Feijóo le ha vuelto a marcar el rumbo al PP y puede hacerlo con la autoridad moral que le da la rotunda victoria ... que ha conseguido en Galicia, y es la cuarta. De momento, él sigue apostando por Casado, con algunas importantes matizaciones que parece no captar o no querer hacerlo el presidente popular.
El miércoles se defendió como “gato panza arriba” en su comité ejecutivo nacional. Dijo, ante la reprobación velada de Feijóo y de otros “barones” como Alfonso Fernández Mañueco, que el partido ya está en la moderación y en la centralidad.
No quiere ni oír hablar de las críticas internas a personajes tan histriónicos como Cayetana Álvarez de Toledo, una advenediza en el Partido Popular, convertida en protagonista de la etapa “casadista”, no por la dureza de la oposición que le piden los militantes que ejerza ante un Gobierno social-comunista inoperante y peligroso, sino por la soberbia, la altanería y el desdén cuando habla desde la tribuna del Congreso de los Diputados o a través de las redes sociales.
Cayetana es inteligente, sin duda, pero su perfil no es centrado y mucho menos moderado en las formas y en los gestos. Feijóo, que quiera o no Casado es el referente para los militantes y votantes del PP, le dijo que ni apareciera por Galicia. El “barón” gallego eligió a los que él creía que podían sumar para dejar anulados a los partidos que tiene a su izquierda y a su derecha, es decir a Ciudadanos y a Vox, porque es consciente de que si no hubiera sido así, el PP jamás habría ganado las elecciones y mucho menos por mayoría absoluta por cuarta vez.
Por eso Feijóo apartó a la polémica portavoz de su campaña y al general secretario, Teodoro García Egea, que estuvo merodeando por tierras gallegas, pero en solitario.
Feijóo se rodeó de Ana Pastor, Mariano Rajoy, al que en su discurso la noche de la victoria lo llamó varias veces presidente, del andaluz Juanma Moreno y castellanoleonés Alfonso Fernández Mañueco, sin menoscabo de Casado, al que respeta porque sabe que está ahí porque él rechazó incomprensiblemente liderar el proyecto popular después de la orfandad en la que se quedó cuando dimitió su paisano. Feijóo se equivocó entonces, pero se ha vuelto a ganar el favor de los militantes, tanto que su voz tiene más peso que la del presidente Casado.
Feijóo no quiere a “cayetanas” ni a “cayetanos” y cada vez hay más voces internas que opinan como él y ven con recelo al equipo que rodea al presidente en Génova.
Cayetana hizo críticas feroces contra Rajoy, todavía un referente de moderación para una buena parte del electorado “popular” y tampoco admiten una oposición tan personalista y desquiciada como la que suele hacer. El rifirrafe que mantuvo con el vicepresidente Iglesias cuando le recordó que su padre perteneció a un grupo terrorista no gustó, aunque tuviera sus razones para contestarle.
Los genoveses quieren renovar las estructuras territoriales para ganar adeptos, pero mucho me temo que será más fácil que Casado renueve a Cayetana y a su amigo García Egea.
Y cuidado... que a nada que el alcalde de Madrid se haga con el partido, que se despida Casado de contar con los favores del electorado.
José Luis Martínez Almeida ha sido para muchos el gran descubrimiento político de esta pandemía. Su carácter sencillo, su gran capacidad de trabajo y su habilidad para llegar a la gente, lo han colocado como la gran esperanza del centro desecha. El abogado del Estado se ha arremangado en esta crisis sin necesidad de buscar el titular o la foto.
Encontró acomodo en las listas con el visto bueno de Casado, pero es cierto que fue en el último minutos y después de haberle fallado otros candidatos. Hoy no le debe ya nada al presidente del PP. El puesto se lo ha ganado él solito porque la gente lo quiere.
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