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Q ué bien me siento, tranquilo, relajado, feliz como un personaje clásico de Walt Disney, a caballo entre la ternura y la tontuna. Según nuestros ... gobernantes y sus palmeros, todos nuestros problemas, que creí que eran muchos y gravísimos, se reducen a uno, como mucho dos: no usar corbata para ahorrar (sí, sí, para ahorrar, que las de “Hermès” son caras) y apagar la iluminación de los escaparates a las diez de la noche... ¿Algo que comentar? Voy más lejos: ¿y para qué comentar?
...Todo en la España de 2022 me parece surrealista, una especie de fin de la civilización en riguroso directo, y sin guerras ni sangre, todos bien calladitos camino de Cádiz cantando el “No future” de los “Sex Pistols”. Después del verano, ya veremos.
Yo el futuro, por cierto, no lo he visto, pero sí he visto el pasado. Y España, por mucho que quiera ser un suburbio de Detroit con sus “fast food” y sus coches usados en venta, empieza a parecerse más a la Unión Soviética que conocí, fría, oscura y plagada de locales y escaparates vacíos, ¿les suena?
Al final va a ser verdad aquella afortunada frasecita de Georges Santayana, “solo los muertos han visto el final de la guerra”, pues lo que vivimos no parece que vaya a mejorar mucho habida cuenta del rumbo calamitoso que está tomando la sociedad y del gusto totalitario de nuestros dirigentes, hoy una banda de arribistas analfabetos.
Porque de Unión Soviética es tomarnos por tontos. No, me corrijo: por gilipollas, que suena más contundente. Pretender salvar el planeta y de paso nuestra economía quitándonos las corbatas -imbecilidad que ya dijo un ministro de Zapatero en 2011-, apagando la luz de los escaparates y tomando el control de los termostatos es propio de sinvergüenzas y charlatanes que solo buscan la confusión y el caos. La URSS en estado puro.
Una cosa parece clara, al menos para algunos: no podemos estar más tiempo bajo el yugo de estos talibanes contra la ley y el orden que necesitamos. No podemos seguir más tiempo en manos de las ocurrencias de un poder demenciado y prepotente que juega con la paz y el bienestar que la sociedad desea. Hablar de corbatas, termostatos y escaparates en mitad de una crisis que ya se aventura salvaje, me parece vomitivo, insultante, una agresión contra toda la ciudadanía. Necesitamos gestores valientes y comprometidos y hasta milagros, pero no nos hace ninguna falta un grupo de fanáticos comunistas sin corbata.
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