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Hay ocasiones en las que no resulta fácil distinguir entre el apólogo, la parábola y la fábula, desde el momento en que en los tres ... casos pueden desprenderse enseñanzas más o menos explícitas conectadas con una determinada realidad. La literatura de todos los tiempos y culturas nos ofrece abundantes ejemplos. Pensemos en Esopo, Fedro, La Fontaine o Samaniego. Quien más y quien menos atribuye a ciertos animales características antropomórficas, personificaciones que ilustran mediante discursos y sentencias lo que el ser humano hubiera dicho o hecho en las circunstancias descritas. Hay seres del mundo animal especialmente productivos y populares, ya sean aves, reptiles, insectos o cuadrúpedos: lechuzas, urracas, hormigas, cigarras, lobos, serpientes, escuerzos, zorros... Este último es de los más recurrentes, tanto en masculino como en femenino. Veamos un ejemplo que, con mínimas variantes, creo que es bien conocido:
Un pajarillo se cae del nido y como aún no sabe volar corretea asustado por el suelo. Lo ve una vaca que pastaba en el prado y se percata de que un zorro merodea por las proximidades en busca de comida. A la vaca no se le ocurre otra cosa para proteger al pájaro indefenso que plantarle una boñiga encima y así ocultarlo de la vista y del olfato del zorro. Pero el pobrecillo, medio asfixiado, asoma la cabecita y empieza a piar desesperado. El zorro lo descubre, se lo lleva al regato, lo lava y se lo zampa de un bocado. La moraleja es que no todo el que te cubre de mierda te quiere mal; no todo el que te limpia te quiere bien; y, sobre todo, cuando estés cubierto de mierda, no digas ni pío. Cuánto político hubiera obrado de forma distinta de haber conocido, y aplicado, esta moraleja. Pero no. Con frecuencia la soberbia, primer pecado capital según el catecismo del padre Astete, hace que los poderosos se sientan inmunes, intocables, aunque estén cubiertos de mierda. En los últimos años ha habido castigos ejemplares para los corruptos. Sin embargo, no aprenden. Además, hay indultos.
El escudero Marcos de Obregón nos cuenta que caminando por un bosquecillo vio bajo unos matojos una zorra y una serpiente encamados en feliz compañía, porque “la culebra con ningún animal hace amistad sino con la zorra”. Abundando en esta extraña coyunda la sabiduría popular nos recuerda que, además de llevarse bien, trabajan en equipo. Cuando llegan juntos a un gallinero la culebra encandila a los polluelos con silbos, miradas hipnotizadoras y otros embelecos, a fin de que la víctima se acerque a la alambrada, el zorro meta la zarpa y la atrape. Luego se reparten el botín. La posible moraleja hoy día es quién de los dos sujetos que copresiden el gobierno hace de zorra y quién de serpiente. Los polluelos, me temo, somos el resto de los ciudadanos.
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