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El domingo pasado Pauli colgó el mandil en la que ha sido durante más de setenta años su casa. Y sé que ella habría querido ... seguir, que para ella los noventa eran mejor momento para su despedida. Mal haría Pauli en pensar en los años que no va estar, y no en los años, todos ellos, en los que ha convertido al Río de la Plata en un referente para los salmantinos y la gente de paso.
Porque Pauli es así, serrana hasta la médula, trabajadora incansable, perfeccionista y exigente con su equipo. Pauli ha sido el motor y la capitana de este barco que ha surcado las aguas del río del otro lado del océano.
Yo he tenido el honor de ser uno de sus clientes y, lo digo con el corazón en la mano, siempre que he bajado esas escaleras, me he sentido como parte de su familia. Nosotros hemos sido de barra, de trato cercano, de hacer las cosas sencillas y ahí, en la cocina, hemos tenido a la perfecta cómplice.
Pauli con su pequeña estatura y su enorme personalidad, con su punto de mal genio (seguro que me perdona que lo diga), pero su corazón enorme.
Pauli si se enteraba que estaba mi padre de rodríguez y yo con él, nos decía que fuéramos a comer que ella nos atendía. No era por la caja, sé que no, era porque ella quería ejercer de madre de mi padre y abuela mía. De la familia, como os decía antes.
Y Pauli trataba a todos por igual. A la duquesa de Alba, que era asidua, como al turista que cruzaba las puertas por primera vez. Si Pauli te tenía en estima era inevitable que te regañara. Ojo con no dejar comida en el plato, que te la ganabas. Todos hemos visto alguna vez a Pauli salir de la cocina con el cuchillo en la mano a saludar y preguntarte cómo estaba todo. A los habituales ya nos parecía lo normal, a los novatos la imagen les sorprendía. Pauli es, ha sido y será genio y figura.
Siempre interesada en nuestras familias, siempre atenta a lo que pasaba por si podía ayudar, siempre en pie ordenando y mandando. Firme, recia, pero justa.
De su cocina podría escribir párrafos enteros hablando, pero simplemente me limitaré a decir que Pauli no falla nunca. Nunca.
Por muchos años que pasen el Río de la Plata seguirá siendo La Pauli. Es verdad que hay futuro en el local, que Rafa, Jose y Antonio (cada uno en su sitio) toman el relevo generacional y les deseo y auguro un gran futuro, pero, al menos a mí, Pauli me deja un vacío.
Hace años en otra columna de LA GACETA decía que me gustaban las cosas buenas de la Salamanca tradicional, y una era Pauli en los fogones. Pues es una que ya no vamos a tener, pero que siempre recordaremos.
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