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Esta semana hemos asistido al nacimiento de una calle, que, espero, estrenemos en breve. Una calle y su correspondiente glorieta (plaga de nuestros tiempos), que ... ha sido dedicada a los sanitarios por sus esfuerzos; un gremio muy enfadado en estos momentos con el gobierno de la Comunidad, los Mañueco, Igea y Casado. ¿No tiene la impresión de que no hay más consejeros en la Junta? Como la Navidad es tiempo de reconciliación, quizá para entonces este conflicto se haya normalizado, reine también la paz en “Cantora” y los de Sánchez e Iglesias firmen un pacto de no agresión. La nueva calle, que discurre por delante del nuevo hospital, llamado a sustituir al Clínico, después de 45 años de servicio, los mismos que llevamos sin Franco, une el barrio de Huerta Otea con el Paseo de San Vicente, que forma parte de nuestra particular M-30. Esa calle y esa glorieta han sido un “obrón”, que se dice en la jerga de los jubilados que entienden de cnstrucciones. Parte de la glorieta casi vuela sobre el Tormes porque no había espacio para construirla, ha habido que hacer complicados by pass porque el subsuelo de San Vicente estaba atravesado de cables y tuberías cruzadas y enrevesadas, y la calle ha exigido de un murallón monumental para protegerla del río y darle ancho. Ha tenido este “obrón” a su frente a un ingeniero salmantino, Guillermo Fernández, que ha pasado las de Caín para diseñarlo y sacarlo adelante. Bien por él y sus “ferrovialios”.

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