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Nada es lo que era o lo que parecía. Como en “La fiesta del chivo”, de Mario Vargas Llosa, interpretada hace unas horas en ... el teatro Liceo por Juan Echanove en el primer fin de semana sin hostelería presencial. Ahí tenemos la Vuelta Ciclista a España, que ha pasado por Salamanca de ese modo que permite esta pandemia, tan diferente a la de otros tiempos, cuando Salamanca siempre ha vivido esta prueba con devoción desde antes incluso de Tamames, Cubino, Santi Blanco o Raúl Heras. La “Vuelta” era una fiesta en la Plaza Mayor, los hoteles de concentración, los restaurantes, los bares, que reunían aficionados ante el televisor, las calles por las que los ciclistas circulaban, a veces como uno más de los peatones, una fiesta para los chavales, que buscaban una gorra o un llavero de los equipos... Lo de este año parece que ha sido una actividad clandestina, salvo el espectacular paso por Candelario. Y qué espectáculo el paisaje otoñal salmantino.
Tampoco las elecciones norteamericanas están siendo lo que eran o como creíamos que eran. Las veíamos como un modelo de ejercicio de la democracia (la fiesta de la democracia) y mire cómo estamos: con un recuento lentísimo y la emocionante posibilidad de que el candidato perdedor –espero que Trump—se atrinchere en la Casa Blanca como en una película de acción y política. Algunos cronistas aseguran, sin embargo, que para emocionante el pulso entre Kiko Rivera y su madre, Isabel Pantoja, a la que igual vemos atrincherada, como a Trump, en la finca de Cantora, que debe ser como el Pazo de Meirás en versión cañí, como una okupa, si su hijo se empeña en que es suya y en el vaya saliendo, señora, que esto es mío. Escuché a una paisana en la cola del súper que en esa familia alguien no supo darle al niño una torta a tiempo. Hoy, tenemos un país dividido entre kikos e isabeles. Lo mismo que Estados Unidos. Tampoco ha resultado ser el rey Juan Carlos como creíamos que era, investigado ahora, de nuevo, por razones económicas, aunque debimos verlo antes sabiendo cuánto les gusta a los reyes vivir bien. Nada es lo que era, o como era.
También la pandemia le está dando la vuelta al calcetín, como hemos visto esta semana con la compañía aérea de Juan José Hidalgo, que ha pasado de estar a la venta por mil millones a ser rescatada por el Estado. Otro empresario salmantino, Ignacio Sánchez Galán, ha hablado esta semana de revolución energética y ha presentado un plan estratégico para su compañía, Ibedrola, de tantos miles de millones que la cifra da vértigo escribirla y sobre todo en estos tiempos, en los que estamos para pocas fiestas, especialmente si uno es hostelero y ve la ausencia de reservas para las fiestas prenavideñas. El panorama es desolador y cuando esto termine –que algún día lo hará—veremos lo que ha cambiado y cómo, y si estamos o no de vuelta de todo. Quizá necesitemos también una revolución anímica.
A Echanove le debemos grandes momentos de cine, teatro y televisión, como aquella serie “Un país para comérselo”, que trajo a Salamanca a su sucesora, Ana Duato. Hoy tenemos “Salamanca para comérsela” y también “para llevársela”, que es un recurso para aliviar el desastre hostelero, que ha presentado el concejal Fernando Castaño. Aunque lo veo, más bien, como una acción solidaria y de empatía en estos momentos con un gremio cuya actividad pienso esencial, incluso ahora, cuando no estamos para fiestas, pero sí de vuelta de tantas cosas.
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