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Si la hostelería cierra este miércoles, cumpleaños de nuestra laureada Charo López con la Espiga de Oro por todo lo que ha hecho hasta ahora, ... se nos va a hacer el día eterno. Caminaremos desorientados hasta las diez de la noche sin referencia entre las ocupaciones y el hogar, porque los bares y cafés son eso, estaciones intermedias, de paso entre el trabajo y la casa. Espacios que nos hacen más fácil encarar la jornada laboral y nos aproximan la confortabilidad y seguridad del salón doméstico. El bar, el café, son como una antesala del salón de casa. Otro salón de estar y hay quien dice que también de ser, porque muchos muestran lo que realmente son en la barra del bar, en el velador del café. Por eso, fue muy injusto dejar fuera de los servicios esenciales en el confinamiento primaveral a la hostelería, como lo es que no haya un plan de rescate para ella en estos momentos. Sus empresarios y trabajadores viven con la impresión de ser los “paganos” de la dichosa curva de contagios, cuando las propias fuentes oficiales no llevan a más allá del cuatro por cierto los contagios en sus locales. La crisis anterior eliminó cuatrocientos establecimientos y esta puede cerrar hasta el cuarenta por cierto de los supervivientes, según fuentes empresariales. Es duro. Así, merece la pena hacerse anglosajón por un tiempo, adoptar sus horarios, si con ello ayudamos a nuestra hostelería: comer a las doce y media y cenar a las ocho. Porque uno no se imagina a Salamanca sin bares, cafés, restaurantes, coctelerías, pubs e incluso discotecas, aunque hace tiempo que no ejerzo en éstas.

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