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Lo del Festival de las Artes de Castilla y León, conocido por su acrónimo FACyL, es otra historia de ocurrencias y fracasos que ahora, tras ... años de agonía, parece que llega a su fin, abandonado a su suerte por su principal valedor, la Junta de Castilla y León, a tenor de lo dicho en las Cortes por el consejero de Cultura, el bejarano Gonzalo Santonja, un individuo al que no se le ve gran interés ni por la cultura ni por su tierra. Más postureo.
Con independencia de que el Festival en su día fue una ocurrencia, una “boutade” institucional en la que sólo en su primera edición (2005) se invirtieron la friolera de seis millones de euros, una vez que echo a rodar nadie, ni en Salamanca ni en Valladolid, se preocupó de darle forma, vida y prestigio. Lentamente fue agonizando como festival de pueblo. Eso sí, nos dejó una horrible placa de bronce con una rana incrustada en el suelo de la Plaza, supongo que como recuerdo del fiasco millonario. Quisieron ser modernos y vanguardistas (¿vanguar-qué?) y nos dejaron con el aburrimiento y la caspa de siempre.
En torno al fracaso del FACyL tengo dos lecturas: la evidente incapacidad institucional para organizar y programar nada de cierto fuste y sobre todo con futuro, y el papel del señor Santonja como mandamás cultural.
Por si no lo sabe este bejarano, y mucho me temo que no lo sabe nadie en la Junta, Cultura -más allá incluso que Industria y Agricultura- es de largo la consejería más importante del Gobierno castellano-leonés, habida cuenta de nuestro impresionante patrimonio natural, arquitectónico y artístico, y nuestras infinitas posibilidades culturales y educativas que, hasta ahora, han sido incapaces de promocionar y gestionar a su verdadero nivel.
Lo siento, pero la enfermedad somos nosotros, unos palurdos de la Castilla profunda. El Turismo, en sus vertientes educativa y cultural, es nuestra mayor industria y, aunque lo suelen repetir de corrido en cuanto tienen ocasión, la dura y triste realidad es que no son conscientes de ello. Cultura sigue siendo una “maría” para cualquier gobierno. Craso error que vamos a pagar muy caro.
Volviendo al señor Santonja, más le valdría que se pusiera las pilas, pues hasta la fecha su labor ni está ni se le espera. Presumimos de tan listos, pero para qué, me pregunto...
Además, siendo salmantino bien podría mirar un poquito por su tierra, claro que aquí nos las gastamos así: a los de casa ni agua, otro síntoma de ese espíritu cateto que ha hecho de Castilla y León una tierra triste en mitad de ninguna parte.
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