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No me ha sorprendido en absoluto el lamentable espectáculo que está dando estos días el PP, una vez que Ayuso, Wonder Woman Ayuso, lejos del ... compadreo habitual, saltó los plomos de Pablo Casado, un hombre, en realidad un niñato, que nunca tuvo que haber llegado a liderar un partido de Gobierno, ni mucho menos ser candidato a la presidencia de la nación. Claro que con los ejemplos de Zapatero y Pedro Sánchez, España hace más bueno que nadie el dicho americano de que lo más grande de su democracia es que cualquiera puede ser presidente. Qué gran verdad, cualquiera puede... sobre todo los inútiles. Y subrayo la palabra “inútiles” porque es el adjetivo que mejor define a nuestra gangrenada clase política, formada mayoritariamente por vagos y maleantes, chaqueteros y, en general, gente que no tiene otra cosa que hacer salvo vivir del cuento, da igual como ministros, que como diputados o como concejales de coros y danzas. Decía el otro día en “El Mundo” la veterana periodista política Pilar Cernuda que “de los 350 diputados del Congreso respeto a cinco”, algo que causa escalofríos, pues todos sabemos que es cierto. Por desgracia, Casado no es un verso suelto del “club de los inútiles”, es uno más de la España que hemos construido; una España de analfabetos funcionales, holgazanes de sofá e infelices ambientales, modelo de sociedad promovido por un PSOE revanchista y apoyado por el “mariconplejinismo” histórico e irresponsable del PP.

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