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Mañana iremos a votar. Estoy feliz porque iré a votar una vez más, estoy feliz porque vuelvo a las aulas de mi colegio, el Francisco ... de Vitoria -cuna de mi liberalismo-, pero también estoy preocupado porque esta convocatoria electoral es la más importante y difícil de cuantas hemos celebrado, ya que nos jugamos no sólo la manera de gobernamos, sino el suelo en el que pisamos, mañana nos jugamos España. Será un día en el que tendré de todo, seré una tormenta emocional andante, pues estaré igualmente triste porque será la primera vez que vaya a votar sin mis padres. Sólo ante la urna y sin nadie que me prepare los sobres, ¡qué miedo, qué responsabilidad!
Pero la extrema dificultad del momento que vivimos como nación y como sociedad, no me aparta de lo que importa y de lo que en la campaña electoral apenas se ha hablado, salvo de pasada para ofrecer dádivas a los oídos del electorado que, en su mayoría, nunca se harán efectivas. Me refiero al mundo real, un lugar cada vez más quimérico y en el que vivimos cada vez menos personas... Más allá de la España vaciada, somos los españoles los que hemos sido abandonados a nuestra suerte en esa burbuja de “realidad”, de dura realidad. Y escribo, precisamente, desde ese mundo inhóspito en el que casi todo es artificio y cartón piedra; un mundo real convertido en campo de batalla al que nunca se asoman los políticos, los legisladores, la burocracia, y sobre todo esa España que ya ha nacido, que se ha educado en la subvención, en el sofá, en la doble vida que ofrece “Facebook” y sus miserias.
En este mundo real vivimos a cañonazos por sobrevivir, completamente solos, sin apoyos, sin que nadie sepa que estás ahí salvo el Fisco, los múltiples fiscos que no son otra cosa que máquinas para alimentar sofás y vidas decadentes. El mundo real en España no existe, somos esclavos de un sistema esclavista que sólo se preocupa de la masa oscura e improductiva que recorre en chándal nuestras ciudades y sendas, arriba y abajo, arriba y abajo.
Nadie en esta campaña electoral se ha referido a los problemas reales, que no son concretos, sino estructurales, empezando por la Educación, la piedra angular de todo sistema y hoy definitivamente enterrada por un legislador que nos conduce dando tumbos y que nos mira preguntándose asombrado: “¿quiénes son?” Pues somos seres extraños que no paramos de echar carbón a la caldera del progreso. Y no podemos parar aun a costa de ser sospechosos de mantener en pie el mundo real. Dura acusación.
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