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No se por qué pero, mientras estaba pegado al televisor contemplando el espectáculo de la naturaleza que nos está regalando la isla de La Palma, me ha venido a la cabeza aquel fantástico tema de La Unión, de principios de los noventa:
Ella, ella, ella ... es un volcán
Es ardiente, siempre quiere más
Mi nena sabe bien lo que me gusta más
Ella, ella, ella se sabe cuidar
Se revuelve como un animal
Uuh, mi nena sabe cuidarse de los demás
Ella, ella, ella sabe mucho ya (...)
Y por mi mente han desfilado varios volcanes con nombre de mujer. Algunos pequeñitos, como un géiser. Como el de la ministra Reyes Maroto, que ayer entró en actividad, con total falta de delicadeza en estos momentos, animando al personal a acercarse a las Islas Canarias, e incluso a La Palma, para disfrutar del turismo volcánico. No creo que a los palmeros que han perdido sus casas o están a punto de verlas cubiertas por la lava les haya hecho mucha gracia la salida de pata de banco de la vallisoletana.
Otros, inactivos. Como el de Inés Arrimadas, quien desde que abandonó Cataluña para dedicarse a la política nacional camina de error en error sin remisión. Muy pocos logran entender cuál es su verdadero rumbo después de los bandazos que ha pegado desde que llegó a la dirección de su partido. Desde luego, su experiencia murciana le va a marcar para siempre y en estos momentos desempeña un timorato papel insustancial en el juego de tronos patrio.
También los hay en extinción. Es el caso de la consejera de Sanidad de la Junta de Castilla y León, Verónica Casado. La considerada mejor médica de familia del mundo ha perdido el pulso contra su presidente, Alfonso Fernández Mañueco, y lleva una semana en modo sumiso. Que tiene que reunirse con los médicos, se reúne. Que hay que hablar con las enfermeras, se habla. Que es importante rendir pleitesía a los presidentes de las diputaciones de la comunidad autónoma, se les convoca y se hacen cuantas reverencias sean necesarias. Que resulta fundamental sentarse a la misma mesa del artero socialista Luis Tudanca, se le mandan los ‘guasaps’ que haga falta para conseguirlo. “Tus deseos son órdenes para mí, presidente”, debió decirle a Mañueco el día que se puso serio y dejó entrever que convocaba unas elecciones anticipadas y se quedaba tan ancho. “Y si hay que cambiar el plan sanitario que con tanto mimo he preparado -pensó-, pues se cambia, y ya está”.
Algunos son emergentes. Y están muy cerca. Si son lectores asiduos del periódico, habrán visto día sí, día también a la concejala de Medio Ambiente del Ayuntamiento, Myriam Rodríguez, campeona local en convocatorias de ruedas de prensa en las que intenta demostrar-no sabemos si con éxito- que Salamanca se está convirtiendo en un vergel.
Pero el verdadero volcán en erupción, que hace honor a la mítica canción de Rafa Sánchez, es sin duda Isabel Díaz Ayuso. La ‘presicienta’, como la han bautizado en el programa de Risto Mejide ‘Todo es mentira’, se ha convertido en la auténtica protagonista del panorama político español. Sus explosiones verbales son memorables y hace correr ríos de lava y tinta cada vez que abre la boca. Tiene al electorado embelesado desde aquel 4 de mayo de infausto recuerdo para Pablo Iglesias. Y el otro Pablo, el Casado, no sabe cómo contener a esta fuerza de la Naturaleza. De momento, sus intentos solo están consiguiendo llenar de ceniza el Partido Popular justo cuando más caliente estaba para afianzarse como la verdadera alternativa de gobierno, según todas encuestas. Que tenga cuidado, no le vaya a explotar la jugada, porque no cabe duda de que Ayuso, Ayuso, Ayuso es un volcán.
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