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Hay quien considera, de buena fe, que estos tiempos de pandemia, con sus terribles secuelas humanas y económicas, con la insólita experiencia de tantos millones ... de personas confinadas en sus casas, no son una buena ocasión para la política, ni para practicarla ni para hablar de ella, pues lo que toca ahora es “arrimar el hombro” y dejar a un lado otras cosas. Así sería quizá en una Arcadia feliz poblada de arcángeles. Pero no es esto lo que sucede en este condenado mundo terrenal de hombres y mujeres de carne y hueso donde, en realidad, todo es política. Lo habrán visto en estos primeros ocho o diez días de cuarentena: en paralelo a los hermosos llamamientos a la unidad y al esfuerzo común (que bienvenidos sean), en España del rey abajo todos han tratado de sacar algún provecho de la situación. Haciendo públicos ahora, en plena convulsión social, para amortiguar sus efectos, datos comprometedores que se han mantenido ocultos durante meses. Exigiendo el apoyo incondicional a quien ni siquiera eres capaz de mirar a la cara en el Parlamento. Ofreciendo consenso con la boca pequeña y la indisimulada voluntad de no alcanzarlo. Practicando el tramposo juego de ser gobierno y oposición, sistema y antisistema, para obtener beneficio múltiple. Todos hacen e intentan que parezca que no hacen, aunque, como es costumbre, la palma se la llevan los nacionalistas, a quienes ayer nos presentaban como ejemplares practicantes del diálogo. Para la historia universal de la infamia quedarán, entre otros, los esfuerzos del señor Torra, presidente de la autonomía catalana, por profundizar en el proceso independentista difundiendo mensajes que vendrían a decir que ahora, después de robarnos, “España nos mata”; la hilarante presunción de la consejera catalana de Sanidad, la señora Vergés, de que el coronavirus catalán era, naturalmente, “diferente al del resto del país” (y seguramente más industrioso, culto y pacífico); o por encima de todo el escarnio de los muertos madrileños, proferido desde los más hondos abismos del odio y el fanatismo por la ex consejera catalana, eurodiputada y prófuga de la justicia, de aire generalmente atribulado, señora Ponsatí.

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lagacetadesalamanca El virus y la política