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Ya se había detectado años atrás pero, al igual que ocurrió con el coronavirus el pasado mes de enero, no le dimos la debida importancia. Y es que resulta un auténtico especialista en entrar por la puerta de atrás, sin que nadie se dé cuenta, ... y causar auténticos estragos.
No resultó elegido edil por Madrid en las municipales de 2003, pero al año siguiente ya ocupaba puesto de concejal al sustituir a su compañera Elena Arnedo, tras renunciar ésta a su acta. Tampoco obtuvo escaño en las generales de 2008 formando parte de la candidatura socialista por la circunscripción de la capital de España, mas unos meses después entró en el Congreso de los Diputados ocupando la vacante dejada por Pedro Solbes. En 2011 siguió su racha y se quedó a las puertas de revalidar su escaño. Esta vez tardó un poco más en volver a la carrera de San Jerónimo. Transcurrieron dos años hasta que Cristina Narbona renunció y le sirvió en bandeja su escaño. Desde esta posición, en apenas un año ganó las primarias del PSOE y se convirtió en el líder de la oposición.
Pocos le conocían, pero “Sálvame”, “El Hormiguero”, “El programa de Ana Rosa”, “Salvados”, “Viajando con Chester” o “Planeta Calleja” le pusieron en el mapa. Y se presentó a las elecciones generales de 2015. Y las perdió. Y, a pesar de ello, llegó a un acuerdo con Ciudadanos y Coalición Canaria para convertirse en el primer candidato a la presidencia del Gobierno que no lograba la confianza del Congreso en la segunda votación de investidura. Y volvió a presentarse a las generales del año siguiente. Y de nuevo fue derrotado. Y por su insistencia a no permitir que Mariano Rajoy -ganador en las elecciones- pudiera formar gobierno, le hicieron la cama hasta en su propio partido y no tuvo más remedio que dimitir como secretario general.
Pero el virus Sánchez es muy persistente. Y en 2017 recuperó ese puesto tras ganar de nuevo las primarias socialistas. Y un año después se convirtió en presidente del Gobierno de este país que antes se llamaba España. No necesitó ser diputado, tan solo confabular con independentistas y comunistas para darle la patada en el culo a Rajoy a través de una moción de censura. Había llegado a la cima. Pero poco le duró la alegría porque no fue capaz de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado y se vio obligado a convocar nuevas elecciones generales. Venció pero sin avales suficientes para ser investido presidente. Y repitió elecciones. Y las volvió a ganar por la mínima. Y, viendo cómo estaba el patio, apenas tardó dos días para llegar a un acuerdo de gobierno con Podemos, su entrañable enemigo. Y, tras sacar adelante los presupuestos generales más inverosímiles que se recuerdan, gracias a su enorme capacidad de adaptación y mutación, pretende agotar la legislatura aprovechando largos estados de alarma.
Con este historial clínico, podemos concluir que se trata de un virus difícil de doblegar. Sin duda, su proteína IR -Iván Redondo- lo hace más peligroso todavía. Ataca con vehemencia las defensas constitucionales de la nación, bien sea la Monarquía, a la que busca maniatar; bien la división de poderes, un contrapeso molesto a sus maquiavélicos fines. Ni ante la propia Constitución se arredra. Encuentra recovecos por donde colarse en los lugares más insospechados. Gusta de aparecer los domingos en la televisión para contagiar a las masas sin importarle batir récords de mentiras por minuto. Y le ha cogido el gusto en aparecer en la revista científica más conocida en estos tiempos -el Boletín Oficial del Estado- para gobernar a golpe de decreto. En lo que el ciudadano piensa en cómo ponerse la mascarilla y en si puede salir a la calle a esta hora o a esta otra, él cuela una ley de memoria democrática, otra de eutanasia y una más de educación sin pestañear.
Los modernos laboratorios del PP no dan con la vacuna. Sus investigadores parecen haber enfermado y observan con admiración, a través de sus microscopios, cómo se mueve a sus anchas en la platina.
El virus Sánchez amenaza con quedarse entre nosotros. ¿Será realmente esa la nueva normalidad?
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