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En memoria de Paulo Gonçalves
En esta España podrida por la insensatez y la tontería -que se confunde con revolución-, necesito asirme a un salvavidas ... de “normalidad” que me mantenga a flote. Me repito que mucho de lo que está ocurriendo no puede ser cierto, y observo para nutrirme de esperanza y perspectiva, descubriendo gente pública y anónima “en su sitio” y aún no vencida -o derribada- por quienes buscan desesperadamente nuestra vuelta al mono.
Y ayer fue Carlos Sainz -otra vez- quien me puso en “la trazada” buena del día, de la vida, de mi vida, y de la sociedad en la que creo a pesar de sus locuras y desvaríos. Su tercer triunfo en el Dakar, posiblemente la prueba más exigente y dura del mundo, me colmó de felicidad como español -“Los Nikis” al final se cubrieron de gloria con “El imperio contraataca” y la España moderna que venía-, y como persona, pues ver a un enorme deportista, a un gran caballero, triunfando con 57 años -la juventud al poder- me produce un placer indescriptible, el placer del esfuerzo y además recompensado con un triunfo que no es de este mundo, pues el Dakar, sólo competir, no es un juego, no es una carrera, es un todo: el esfuerzo máximo.
Carlos Sainz, como he escrito ya alguna vez sobre Alonso -otro ejemplo de nuestra España líder-, sobre Márquez, sobre Nieto y sobre el mismo Sainz (lo circunscribo al mundo del motor, pero hay otros muchos grandes ejemplos, como el de Rafa Nadal), es sin duda alguien que nos representa y muy bien. Por debajo del Rey (y viva el Rey), Sainz es un hombre de la España que yo adoro, la España cabal, inteligente, cosmopolita, moderna, democrática, que se esfuerza, y que no se rinde... aunque aquella vez, en el RAC Rally de Inglaterra del 98, no pudiese arrancar su “Toyota”, lo que le costó un título Mundial. De nuevo se hace buena, buenísima, la canción de “Los Nikis”.
Veo a Carlos Sainz feliz y yo soy feliz, por él y por nosotros. Me encantan, claro, las historias felices y ver al madrileño volar por ese lugar maravilloso e inhóspito que es el “Empty Quarter” saudí sólo me produce emoción y orgullo. Como verlo, nada más salir de su “Mini”, abrazado por sus grandes rivales, Peterhansel y Al Attiyah. Y de nuevo, la bandera de España en sus manos (y en las de Alonso, celebrando su 12 posición en su primer Dakar), la bandera de todos. Y todos somos todos, por eso el nuevo triunfo de Carlos Sainz es mi propio triunfo, mis propias ganas de hacerlo bien. Bienvenido a la meta, Carlos.
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