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Hace días, un amigo me envió al móvil una frase atribuida a Albert Einstein que me pareció realmente brillante: “El problema de la humanidad es ... que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas”.
Nunca la información ha estado más al alcance de todos. Las nuevas tecnologías nos brindan el conocimiento de nuestro entorno como jamás ha sido posible y, salvo en aquellos países en los que las libertades son aniquiladas, hoy todos tenemos acceso a ella para alcanzar nuestras propias conclusiones. Nunca pudimos saber tanto y elegir como en la actualidad.
Pero la libertad no es solo un derecho, sino también una responsabilidad que debemos administrar cuidadosamente en beneficio de todos. Nos ha costado mucho lograrla y no debemos desperdiciarla. Por ello, sorprende que en la actualidad se haga un ejercicio tan inconsciente de ella y que, al amparo de la misma, nos permitamos el lujo de facilitar la circulación de verdaderas estupideces que nunca son fruto de la ingenuidad. A diario recibimos mensajes que, en preocupante proporción, contienen barbaridades que generan inseguridad, recelo, odio y crispación, o todo a la vez. Orbitamos en torno a las fake news que alteran el curso democrático de procesos electorales, dividen a las sociedades y generan desconfianza respecto de todo y de todos. En ocasiones, nos las creemos y reenviamos. Otras veces dudamos, pero la idea que encierran apoya nuestra forma de ver las cosas y reenviamos. Incluso hay momentos en los que sabemos de sobra que son falsas, pero, si media un puñado de likes, merece la pena engañar y reenviamos.
La libertad es cosa de todos, y la falta de reflexión en torno a estos asuntos no ayuda en nada a cultivar este tesoro que, aunque siempre mejorable, tenemos la suerte de disfrutar.
Por cierto, la frase atribuida a Einstein pertenece realmente a Bertrand Russel y fue publicada en el diario New York American del día 10 de mayo de 1933 en un artículo cuyo título, idioma aparte, he tenido hoy la extraordinaria osadía de plagiar. Al César lo que es del César, y las fake a la papelera.
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