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Después de mucho negociar, por fin, se celebraría aquella noche de aquel día todavía no vislumbrado en las agendas y calendarios actuales, el esperadísimo debate ... electoral retransmitido por todas las radios y televisiones del país.
El nuevo partido formado aquel mismo invierno, “Partido del Sentido Común de los Ciudadanos” (PSCC), había roto todas las encuestas y previsiones electorales y aparecía destacadísimo en las mismas dejando prácticamente sin opciones al resto de las viejas formaciones políticas: izquierdas y derechas, moderados y radicales, liberales y populistas, nacionalistas y antinacionalistas. Todas ellas y a pesar de sus muchas e importantes diferencias y contradicciones, esa noche se disponían a anunciar que acudirían a las elecciones con una misma lista electoral completamente transversal que se confeccionaría los próximos días intentando de este modo aunar fuerzas frente al nuevo partido en una última tentativa por sobrevivir al batacazo que para todos ellos se avecinaba en las próximas elecciones.
Lamentablemente todos los líderes de estos viejos partidos, en cuanto se inició el debate, en lugar de alinearse tratando de menospreciar las primeras ideas expresadas por el líder de Sentido Común (en realidad, ideas tan sencillas como tratar de aplicar al mundo de la política y la gestión pública una saludable e inédita dosis de racionalidad y lógica, eso tan simple que se presupone en la especie humana y que nos diferencia de los animales), comenzaron a atacarse unos a otros, lanzándose los insultos habituales y reprochándose con muchos aspavientos todo lo que habían hecho unos y otros, cuando habían disfrutado de alguna parcela de poder, resaltando los muchos errores, desgobiernos, falsas promesas y corruptelas del contrario y la colosal falta de interés que en cualquier caso habían demostrado a lo largo del tiempo por utilizar el más elemental sentido común.
A resultas de ello, al líder del Partido del Sentido Común de los Ciudadanos, le bastó con guardar silencio para ganarse a la audiencia. Apenas sí tuvo que volver a abrir la boca a lo largo de toda la sesión para interrumpir la algarabía patibularia y pendenciera en que se había convertido el debate pues el resto de las formaciones políticas ya se ocupaban de remarcar lo importante y necesario que sería dar un vuelco en la política para que finalmente el Sentido Común se adueñase de todos los parlamentos y gobiernos del país.
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