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El caso de la secuestradora de Basurto ha puesto al país en estado de Zozobra. ¿De verdad es tan sencillo llevarse un bebé ajeno? En ... los hospitales, los turnos de enfermeras cambian y las entradas y salidas de familiares y amigos que acuden a ver los enfermos y más aún a los padres de los recién nacidos suelen ser constantes. Los protocolos para evitar los cambios de los niños o los robos de los mismos por parte de esas mafias en las que antaño participaba personal hospitalario y religioso, y de las que tanto se ha escrito, se reforzaron hace tiempo en toda España, aunque como siempre, de maneras diferentes, dependiendo de la comunidad.
Y está claro que las del País Vasco no son suficientes, porque no ha sido una banda organizada la que ha ideado la estrategia del secuestro de un recién nacido millonario para pedir una suma estratosférica a cambio de devolverlo, sino una pobre mujer enferma, quien tras desarrollar la fantasía patológica de un embarazo inexistente, después malograrse uno verdadero, decidió apropiarse de un niño que no era suyo. La historia de Basurto ha tenido un final feliz; pero podía haber acabado en tragedia. Estamos hartos de ver casos terribles en películas americanas de serie B de fin de semana. Madres que pierden a sus bebes y que caminan con tripas postizas mientras persiguen a embarazadas de las que hasta se hacen amigas para arrebatarles el feto del vientre, poco antes de que les toque parir. O mujeres que se hacen pasar por niñeras o enfermeras y se apropian de los recién nacidos a los que cuidan. Parecen atrocidades de cine, pero están basadas en las que ocurren en la realidad. Y tienen como protagonistas a personas muy normales. Mireia, la secuestradora de Basurto no era más que una mujer que nunca sintió suficiente atención hasta que se quedó embarazada y que tras perder a su bebé no se resignó a volver a su situación de soledad y tristeza. Según parece, tenía la mente perturbada y hasta había pasado por un psiquiátrico; pero eso no evitó que se disfrazara de enfermera, eligiera el mejor momento y se llevara un crío de horas en una bolsa de plástico. Lo devolvió y facilitó su detención, sí. Y es ella misma quien quiere que la vuelvan a internas en un centro de salud mental. Pero el hecho se produjo y es lo que provoca pavor: que sin planes extraordinarios ni cómplices, cualquiera sin una mente especialmente brillante ni tampoco especialmente perversa, pueda secuestrar a un recién nacido en un hospital...
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