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En esa gran tienda que se anuncia con el curioso lema de “Yo no soy tonto” y que ocupa una de las esquinas más visitadas ... y emblemáticas del Centro Comercial de Capuchinos, han colocado estos días un gran contenedor lleno hasta los topes de ese doméstico e íntimo aparato llamado Satisfyer, el ingenio que durante las últimas temporadas se ha convertido en todo un fenómeno comercial y desde luego, en la demostración más indiscutible que tienen ellas de decirnos que, en realidad, no nos necesitan tanto como nos creemos.
Celebro desde luego que esa falta de suministros de la que hablan los medios de comunicación y que amenaza con convertirnos esta Navidad en una de las más tristes y austeras de los últimos años, no esté afectando por el momento al abastecimiento de tan placentero artilugio, pero me resulta un tanto extraño que el éxito tan arrasador del mismo no venga acompañado del correspondiente utensilio que atienda la demanda que pueda despertar un mecanismo tan maravilloso y agradable en mis congéneres masculinos, que hasta la fecha por lo menos, me parecía a mí, que tenían el mismo hambre y necesidades, o incluso hasta un poquito más, que nuestras féminas.
Lo cierto es que aunque yo suponga esto, a estas alturas no he visto que a la entrada o salida de los grandes supermercados como en el que les hacía referencia, se nos ofrezca este tipo de juguetito a los caballeros y eso aparte de algo de envidia me lleva a plantearme la cuestión de si no estaremos los hombres perdiendo un poco de nuestro viejo ánimo, nuestras energías, nuestro proverbial vigor y en fin, ya metidos en cuestión, tal vez deberíamos preguntarnos por el motivo de este decaimiento generalizado de la tropa masculina.
Mi teoría es que el actual empoderamiento de la mujer, tan necesario por otra parte, nos está afectando un poco en nuestros niveles de libido y testosterona, retraídos como estamos ante el singular avance de nuestras chicas, aunque eso todavía no aparezca reflejado en los pertinentes tratados psicológicos y demás estudios sociológicos y sexuales. Nos perturba, nos acobarda y nos acompleja el paso firme con que la mujer está tomando nuestros viejos cuarteles de invierno. Es saludable, y más que justa, imprescindible su lucha, desde luego, pero necesitamos un pelín de tiempo para asimilarlo.
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