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Hace unos días bajaba en mi coche por Crespo Rascón y me tocó circular detrás de un cincuentón —¿o era sesentón?— que se “movía” feliz ... y ridículo en su patinete eléctrico por la mitad de la calzada, inconscientemente ajeno al mundo que le rodeaba, a él, otro ocioso al que sólo le faltaba gritar “la calle soy yo” despojado de toda sensación de peligro. A la vejez, patinetes.

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lagacetadesalamanca El patinete