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Hace unos días bajaba en mi coche por Crespo Rascón y me tocó circular detrás de un cincuentón —¿o era sesentón?— que se “movía” feliz ... y ridículo en su patinete eléctrico por la mitad de la calzada, inconscientemente ajeno al mundo que le rodeaba, a él, otro ocioso al que sólo le faltaba gritar “la calle soy yo” despojado de toda sensación de peligro. A la vejez, patinetes.
Según observaba paciente desplazarse al individuo-equilibrista en su “corcel” negro, cual infante de los años sesenta —con la diferencia que en aquellos patinetes hacíamos ejercicio—, me preguntaba qué sentido tenía ese acto, y sobre todo qué fin, pues lo han vestido de “movilidad” y no es más que una boutade de estos extraños tiempos que vivimos en los que empieza a desdibujarse nuestra condición humana para ser simples víctimas de “influencers” (sic) y similares.
Estamos llevando tan lejos el atracón de modas y opiniones en la red, todo ello sin el necesario tamiz de la reflexión —leer el periódico de papel, por ejemplo—, que el sistema lo ha aprovechado para convertir nuestras ciudades en lugares dignos de muñequitos de “Lego”, y lo que llaman “movilidad” es el mejor ejemplo, pues lejos de promover dicha movilidad urbana e interurbana, lo que buscan es cortar lo máximo posible la capacidad de movimiento del ciudadano.
Y las peatonalizaciones, como las que aún se llevan a cabo en Salamanca de una manera salvaje y en tantas calles y plazas de forma absurda, son el mejor ejemplo del colapso urbano y vital, hasta ahora mismo todo un éxito de nazismo urbano inundando todo de obstáculos con el fin... de que no nos movamos. Lo menos posible. Lo justo. Ni copas, ni tiendas, ni tapeo, ni partida de cartas en el Casino, ni cines, y por supuesto y lo más importante de todo, que no hablemos entre nosotros cara a cara.
Estar entre amigos en la calle es hoy un peligro público para un sistema (¡dispérsense!, parecen querer decirnos con sus actos y normas) que todo lo está diseñando para tenernos estabulados mando de “Netflix” en mano. ¿Catastrofismo? No, miedo.
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