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Me gustan las palabras, casi todas. Aunque a veces las maltrate. El laureado Francisco Brines, buscando el porqué, comienza confesando: “No tuve amor a las ... palabras; / si las usé fue... por envejecer con algo de memoria / y alguna claridad”. Pero concluye: “Debí amar a las palabras”. Hoy mismo (ayer para ustedes), enlazo algunas amorosas: padre, patriarca, patriarcado, patria, compatriota, repatriar... ¡Padre! Su figura se yergue ante mi. Revivo la escena figurada del poema machadiano: “Sus grandes ojos, de mirar inquieto... / ya escapan de su ayer a su mañana; / ya miran en el tiempo, ¡padre mío!, / piadosamente mi cabeza cana”. Me parece que él observa con indulgencia desde la pantalla, mis cabellos blancos. Me dio la vida, me educó en su fe, me enseñó la profesión, y derrochó ejemplo.

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lagacetadesalamanca El padre y la primavera