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AUNQUE no somos plenamente conscientes, lo cierto es que estamos metidos desde hace casi dos años en una guerra biológica cuyas consecuencias reales, más allá ... de la muerte, aún desconocemos: una sociedad distinta, unos individuos distintos, una economía distinta, una manera de vivir distinta. Un mundo completamente distinto al que conocimos. Los que peinamos canas bien lo sabemos, pues en poco más de dos décadas siento que hemos cambiado de planeta y los nuevos extraterrestres, lejos de vestir de “Prada”, llevamos mascarilla.
Casi dos años de esta pesadilla y seguimos, de la mano de nuestros (des)gobiernos, dando tumbos sin saber muy bien qué hacer. Primero fueron el miedo y el látigo represor del confinamiento, y ahora, de momento, sólo es el miedo el que tiene nuestras vidas en modo “stand-by”. Con las dos vacunas puestas creíamos haber alcanzado el cielo de la normalidad, y ahora resulta que ya está en marcha una tercera y nuevas variantes del virus chino amenazan nuestro anhelado regreso al pasado: regreso a 2019 se llamaría la película. Europa ya se autoconfina, empezando por nuestros vecinos portugueses, y nosotros, una vez más, sin saber qué hacer, sin nadie al mando y con la Navidad a la vuelta de la esquina amenazando con una ola de contagios. Como siempre, los culpables seremos nosotros mientras el Gobierno bosteza con el coñazo del virus. De seguir así, son capaces de desempolvar a aquel mameluco de Fernando Simón para entretener a la masa adocenada. Pan y circo, con muertos y sin muertos, pan y circo siempre.
Lo único que está bastante claro, debería estarlo, es que no podemos permitirnos ni un paso atrás en esta guerra, pues sería letal para todos más allá del maldito virus. La sociedad está tocada en todos sus flancos y mucho me temo que esta sea la carta con la que juegan los políticos miserables. Al coronel Bill Kilgore (Robert Duvall) le gustaba “el olor a napalm por la mañana” (increíble escena de “Apocalypse Now”). El olor a napalm de Pedro Sánchez es el de nuestra carne quemada por su represión, anticonstitucional represión. Y así, seguimos en la senda de la falta de medidas, que es la puerta grande al caos, estado ideal en el que habitan los políticos de izquierdas con el silencio cómplice y bobo del PP. Y no es tan complicado sin agredir ni encerrarnos: en lo que un virus ande suelto, pasaporte covid para movernos; control de aglomeraciones y no bajar la guardia con la concienciación para protegernos y proteger. Y concienciar no es sinónimo de miedo y sí de responsabilidad.
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