Secciones
Destacamos
No me considero una persona miedosa. Varias dosis de optimismo y una de ingenuidad me permiten pasar por este mundo con una extraña confianza en ... el porvenir, sin llegar a cruzar a lo temerario. Aunque hay un agujero negro de indescifrable masa y profundidad por el que se cuelan miedos, temores y pavores: no ser capaz de educar a mis hijos con la suficiente solvencia como para que circulen por la vía correcta ante las muchas invitaciones al descarrilamiento que tiene esta sociedad.
Un miedo total a lo incontrolable. A lo que trasciende al conocimiento social y tecnológico de una generación crecida entre chapetes y Naranjitos. Sólo esta semana hemos contado en la radio que un grupo de adolescentes quedaban para pegarse, otras apalizaban a una compañera de instituto y unos terceros se grabaron teniendo sexo. Todos menores de 15 años, todos para compartir sus hazañas en redes sociales y todos en Castilla y León. Este descontrolado exhibicionismo que marca a la ‘generación tik tok’ se ha convertido en la pesadilla de adolescentes que incluso han elegido la opción de morir antes que sobrevivir entre infelicidad, acoso y escarnio. Pobres familias.
Recientemente leí el caso de un niño de 11 años que había sufrido un ataque informático en su teléfono móvil. En el análisis de un experto, detectaron una aplicación falsa que simulaba una calculadora y que escondía una puerta de entrada a la darknet, la web oculta, en la que había contenido porno con sadomasoquismo y prácticas denigrantes para la mujer. 11 años. Los padres tenían activado el control parental y no alojaban la más mínima sospecha de que su hijo se metiera en vena mierda de la dura.
Esos padres creían que estas eran ‘las típicas cosas que le pasan a otras familias’. Hubieran puesto la mano en fuego por su hijo y estarían calcinados. Ese es el miedo total, el vértigo a una realidad devastadora que dinamite el mayor legado que se puede transmitir a los hijos, los valores. ¿Cómo confiar de nuevo? Es posible que este discurso les resulte muy apocalíptico, pero es más real de lo que nos gustaría. Negar lo evidente es sólo una fórmula para no buscar y ejecutar soluciones, global y particularmente. Esto hay que practicarlo como el feminismo, primero de puertas hacia dentro y después de la mirilla hacia fuera. Las tecnologías no pervierten, depende del uso que se haga de ellas, pero también les digo que prefiero un hijo traumatizado por no tener móvil que por tenerlo. Será cuestión de miedo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Roberto Mayado. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.