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En el último tercio del XVIII el capitán James Cook tocó tierra en la isla Sur de Nueva Zelanda y desembarcó allí una oveja y ... un carnero, confiando en que pudieran procrear e iniciar de este modo el desarrollo de una nueva especie en las antípodas. En su diario no se especifica la raza, pero sí deja triste constancia de que ambos animales murieron al poco tiempo, seguramente, sospecha Cook, por haber ingerido alguna planta venenosa que la ovina pareja desconocía. Sin embargo, un siglo después las tierras neozelandesas estarían pobladas por ovejas, carneros y corderillos de razas muy variadas. A mediados de los años ochenta del siglo XX setenta y cinco millones de ovejas pastaban en Nueva Zelanda. Hoy apenas se contabilizan veintisiete millones, de los que las merinas –al contrario que en Australia— son minoritarias. Aun así, hay más de trescientas explotaciones ganaderas dedicadas a este tipo de ganado.

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