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Todos conocemos la obra de Reginald Rose “Doce hombres sin piedad”. En ella, el jurado número 8 se oponía a sus once compañeros sembrando dudas ... sobre la culpabilidad del joven acusado de haber asesinado a su padre. Nunca defendió su inocencia; sólo pedía al resto de jurados que, antes de enviarle a la silla eléctrica, eliminaran toda duda sobre su culpabilidad. Finalmente, el criterio del jurado número 8 prevaleció y el acusado resultó absuelto.
Un jurado no decide sobre la inocencia de un acusado, sino sobre su culpabilidad. No se trata de votar si es culpable o inocente, sino sobre si existen pruebas suficientes para determinar si ha cometido el delito del que se le acusa. No es un juego absurdo de palabras, sino algo de suma importancia: si no hay pruebas suficientes que garanticen esa convicción, no podrá emitirse un veredicto que condene al acusado. Ello no significa que no haya cometido ese hecho, sino que existen dudas razonables de que sea responsable de los mismos y que, por lo tanto, no deberá ser condenado. En eso consiste la presunción de inocencia.
Revivimos una versión actualizada de “Doce hombres sin piedad”, pero esta vez en el mundo real. Hace casi veinte años, Pablo Ibar fue condenado a muerte en Estados Unidos por un triple homicidio cometido en 1994. Su defensa no pudo completar su trabajo y las pruebas alegadas contra él fueron poco concluyentes: las imágenes borrosas de una cámara de seguridad y su presunta identificación por parte de un testigo en una rueda de reconocimiento irregular. En los últimos días –casi un cuarto de siglo después de esos hechos– se ha revisado el caso y se ha añadido la posible identificación de trazas de ADN cuya presencia tal vez se deba la contaminación de la muestra. El jurado reiteró su veredicto unánime de culpabilidad. Sin embargo, como en la obra de Reginald Rose, un nuevo jurado número 8 se ha comunicado con el juez para decirle que no tiene las cosas tan claras y que se retracta de su voto de culpabilidad.
Ojalá no sea demasiado tarde, porque no sé si Pablo Ibar será inocente, pero no estoy seguro de que sea culpable.
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