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SI el lector ronda los 70 años y le hablo del saccharomyces tea en simbiosis con el bacterium xylinum le sonará tan a chino como ... los componentes de las diversas vacunas aparecidas contra el coronavirus. Pero si le digo que se trata del célebre “hongo” se le encenderá la bombillita del recuerdo y cómo en cualquier hogar salmantino hubo una época en que se entronizaba solemnemente una vasija que lo contenía, como si se tratara del Niño de la Salud o de la capilla domiciliaria de san Antonio de Padua, de María Auxiliadora o del milagroso Niño Jesús de Praga. Solo faltaba colocarlo entre dos “mariposas”, (lamparillas sobre aceite) o más modernamente entre dos “lámparas Luña”, invento del sacerdote don Celestino Lurueña Martín, párroco de Cabrerizos, de la Aldehuela de la Bóveda, de Calzada de don Diego y previamente de Martinamor, donde bautizó a Rafael Antonio Salazar Motos, el cantaor Rafael Farina, antes de que regresara con su familia a Salamanca. Mereció don Celestino salir en coplas en el homenaje a Farina de la pluma de Aníbal Boyero: “Y cuando canta Farina / por esos mundos de Dios / con qué alegría lo canta / mi pueblo Martinamor. / Don Celestino Lurueña, / cura de la localidad, / de moro le hace cristiano / con muy buena voluntad....”.

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lagacetadesalamanca El ‘hongo’ de la guerra