El fariseísmo socialista

Mañueco ha replicado que quienes pactan con terroristas sin arrepentir, separatistas dispuestos a dar otro golpe de Estado, y anti-sistemas que quieren cargarse la Constitución, deberían permanecer callados. Antes del pacto, lo clavó Díaz-Ayuso, que les había dado un soberano soplamocos electoral en la capital del Reino. Sostuvo públicamente que prefería pactar con el partido de Ortega Lara (Vox) – estuvo en la tribuna de invitados -, que con quienes le secuestraron (ETA le retuvo en un zulo más de quinientos días y allí hubiera muerto si no hubiera sido por el hallazgo de la Guardia Civil). Ya entonces plantearon “o nosotros o el fascismo”, y apareció Ayuso barriéndoles electoralmente. Plantearon el guerra-civilista “no pasarán”, y Ayuso les pasó por encima. La han acusado de favorecer a un hermano, y ha enviado a Anticorrupción los más que sospechosos contratos del gobierno durante la pandemia.

El silencio debería imponerse si hubiera un mínimo de objetividad, pero la izquierda es sectaria por naturaleza, sus esbirros dogmáticos cerriles. Ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el suyo, que es de hormigón armado y de dimensiones colosales. Desde que Pedro Sánchez se abrazó al profeta de Podemos (cuando la víspera había dicho cinco veces no, porque le quitaría el sueño), los socialistas deberían estar callados como puertas con cualquier pacto político del PP. Hay que tener cuajo, ser un fariseo de tomo y lomo, para afirmar que los populares van a pagar caro el acuerdo, cuando uno ha metido en el gobierno al comunismo vestido de populismo, y para aprobar sus presupuestos y otras leyes, compran carísimo – en euros, indultos, salidas de la cárcel... -, los votos de toda la recua que ustedes saben, incluidos quienes quieren romper España. Muy villano hay que ser para soportar en el gobierno dos ministras que se niegan a mandar armas a los pobres ucranianos. Como resulta ridículo el vasco Esteban que predicar contra la inviolabilidad del Rey como residuo histórico, y al tiempo ¡defender sus viejos fueros!

El fariseísmo se ha apoderado del socialismo, y los que uno conoció respetables social-demócratas viven entre nosotros, y algunos son amigos. Ahora están ajabardados, silenciosos, enagüillas. ¡Cobardes! Me resisto a creer que se hayan vuelto sanchistas, pero su tibieza, su mutismo, su disimulo, y la eterna aversión a la derecha, han acallado sus moderados principios y ahora chapotean en el mismo fango de los alguaciles que dan la cara, sea un impresentable azotaperros como Adriana Lastra, o un mangarranas como Tudanca. ¡Cagones! A vosotros sí que os acabará saliendo carísimo el sanchismo, profesado o al menos consentido.

Mañueco añadió ayer “que nos juzguen por lo que hacemos”. Es un acertado trasunto del evangélico “por sus obras los conoceréis”. Es el editorial de ayer de LA GACETA: “Los hechos definirán la coalición”. Yo fui admirador y correligionario de Pío Cabanillas, e imito lo que él decía antes de pronunciarse sobre cualquier cuestión. Con su sabia coña galaica y una sonrisa pícara, afirmaba: “Hay que verlas venir”. Lo firmado por PP-VOX, es impecable. Su desarrollo, ya veremos.