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Ahora que estábamos relativamente contentos sentados en la terracita del bar de la esquina y que nos parecía que podíamos comenzar a remontar vuelo tras ... la euforia que trajeron las vacunas, un par de cenizos aguafiestas de la Universidad Autónoma de Barcelona pasan junto a nosotros y nos dejan disimuladamente junto a las tapitas y la jarra de cerveza un luctuoso y funesto informe.
Se trata de los especialistas en demografía Miguel González y Antonio López-Gay, y su puñalada trapera a la esperanza de todos los padres que vemos cada día a nuestros hijos acercarse ilusionados a la facultad, y lleva por título: “Del éxodo rural al éxodo interurbano de titulados universitarios: la segunda oleada de despoblación”. Un consejo: adminístrenselo en pequeñas dosis si quieren evitar pesadillas al menos aquellos de ustedes que alguna vez soñaron con una Salamanca joven, moderna y con futuro.
Asegura el informe que una vez que hemos asimilado los rigores de la despoblación rural, ha comenzado otro éxodo incluso más desalentador: el del talento cualificado, los jóvenes estudiantes que acaban de recoger sus recientes títulos en la Universidad y se ven obligados a huir a otras tierras, en busca de ese futuro que les niega cualquier ciudad de Castilla y León como la nuestra, sin tejido productivo o industrial, únicamente volcada en el sector servicios. Como muestra ahí nos disparan el terrible e impepinable dato: si en 1992 era el 24% de los jóvenes los que migraban de Castilla y León a otras zonas de España o al extranjero tras completar sus estudios en nuestras universidades, en 2018 la cifra ya alcanzaba el 60%.
Lo más terrible de este asunto es que aunque ya hace tiempo que el problema se veía venir convirtiendo a toda Castilla y León en general y a Salamanca en particular, en una ciudad cada vez más melancólica, envejecida y venida a menos a pesar de su majestuosa belleza, no parece que el problema quite mucho el sueño de nuestros gobernantes, ni a unas instituciones políticas que parecen anquilosadas, despistadas y superadas, apenas centradas en el sustento a corto plazo, lo anecdótico y lo accesorio. Por ejemplo, en eso de camarero, por favor, sírvanos otra ronda para celebrar que los turistas comienzan a asomar por aquí.
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