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Tenía que ser uno de esos domingos que relucen, al menos, como el sol con Valdejimena cuajada de romeros, la ermita del Cueto preparando galas ... para el ofertorio, Villar de Gallimazo interpretando jotas para el Cristo de la Custodia y Cantalapiedra cantando la salve a su Virgen de la Misericordia, San Cristóbal de la Cuesta aplaudiendo el paso de su patrona mientras en el Arrabal daban buena cuenta de su chanfaina los cofrades de la Encarnación, pero va a ser que no. Y hay más citas frustradas, claro, por la pandemia. En el Arrabal, este Domingo de Pentecostés, el pañuelo del cuello que identifica a los cofrades de La Encarnación haría de mascarilla en estos pandémicos momentos. Qué pena de chanfaina echada a perder. Soy de los que piensan que los salmantinos le damos poca importancia a la chanfaina, siendo, como es, uno de nuestros guisos de referencia –aparece en la primera guía gastronómica hace casi un siglo— hija, además, de prohibiciones y permisos eclesiásticos. Un guiso venido a más a través del tiempo, pues al principio no era sino bofes, livianos, casquería de segunda, sangre...pero ya ve usted en lo que ha derivado. Plato de domingo, lo llamó una vez el empresario Alfonso del Arco en un tiempo en el que fichaba las mejores chanfainas de Salamanca. Y no es el único chanfainero, que ahí está nuestro Vicente del Bosque, hijo de Garrido, barrio de chanfainas y chatos al salir de misa o al regreso del trabajo, barrio castigadísimo por la pandemia. Me pregunto por qué no hay una asociación de amigos de la chanfaina, una cofradía o hermandad, un capítulo si nos vamos a conceptos más elevados. Este domingo, Domingo de Pentecostés, de romería, almendras garrapiñadas y avellanas, chuches para los niños, hornazo y bota se nos quedará en nada: ni el alivio de la fase 1 nos da para fiestas. Y ya se habla de que no habrá en junio romería a Cabrera, así que nada puedo decir de la patrona de Tejares y su picadillo, salvo que todo esto sea para bien y que para esa fecha de La Salud (¡la salud!) estaremos en las vísperas de la Fase 2 con el permiso de Casado e Igea, que otra cosita es. De fase a fase y tiro porque me toca.
La chanfaina se ha atrincherado en los bares, que no cerraron ni con el luto por Franco y ya ve cómo están hoy. Ayer fueron los hosteleros, presididos por Álvaro Juanes, los que acudieron a pedirle peras al olmo de la administración central. Fue en el día en el que se cumplieron veintidós años de la designación de Salamanca como Capital Europea de la Cultura. Aquello nos cambió la vida como sociedad: nos hicimos adictos a la cultura y Salamanca se graduó en destino cultural. Claro que las Edades del Hombre años atrás ayudaron. Hoy rabiamos por el coronavirus y eso que han abierto los museos. Y rabiamos, también, por la pérdida de Ramón Hernández, macoterano, teólogo, dominico, sabio del convento de San Esteban y de la Historia de la Iglesia.
Muchas de las bujías de aquel 2002 siguen entre nosotros, pero también ha habido pérdidas como la de Juan Antonio Pérez Millán, primer comisario de la Capitalidad. Habría que rescatar aquella ilusión de las vísperas del 2002, que alimentaba el espíritu salmantino de entonces. Y decidir qué queremos ser y pensar en cómo lo haremos. Como si acabásemos de recibir otra designación, solo que esta vez somos nosotros los acordamos qué designación.
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