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La mitología celta nos habla de Excalibur, aquella espada que el rey Arturo extrajo de la piedra en la que estaba clavada (hay leyendas que ... aluden a un yunque) a la espera de que el verdadero rey británico se identificara como legítimo dueño. El jovenzuelo Arturo, aparentemente enclenque, logra lo que otros más forzajudos caballeros no habían podido conseguir y saca el espadón como si estuviera hundido en un bloque de mantequilla. Tras la muerte del héroe, la espada emerge retadora sobre el oleaje marino hasta que aparezca quien sea digno de empuñarla. No sabemos si el arma se forjó en la fragua del mismísimo Vulcano, pero el caso es que atesora toda una simbología que va desde la suprema justicia cósmica hasta la definitiva victoria de la luz sobre las tinieblas, símbolo fálico incluido, si bien en estos tiempos de ambigüedad y transgénero prefiero no adentrarme en la escabrosa senda de la espada en la vaina/vagina y otras etimologías latinas no por ciertas y científicas menos susceptibles de ser tildadas de procaces y machistas. Ay, a lo que obligan la autocensura y la corrección política. Solo diré en mi descargo que la etimología de vagina como vulva o envoltura femenina ya la utilizó san Isidoro de Sevilla en su Etymologiarum Libri De Bello et Ludis (sobre la guerra y los juegos). Yo me lavo las manos.

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lagacetadesalamanca El espadón bolivariano