El descaro del incapaz
Lunes, 14 de diciembre 2020, 04:00
Secciones
Destacamos
Lunes, 14 de diciembre 2020, 04:00
De vez en cuando me entra un temblor por todo el cuerpo solo de pensar cómo estaría ahora mismo Castilla y León si Luis Tudanca ( ... alías ‘Tudancamon’) hubiera llegado a la presidencia de la Junta. El esbirro menos avispado de la cuadrilla del ‘sanchismo’ lleva meses callado. Si yo fuera Mañueco o Igea estaría tranquilo al ver que el líder de la oposición no tiene argumentos para ejercerla. Se habrá dado cuenta de que tomar decisiones no es precisamente fácil y prefiere estar agazapado en su cueva mientras cobra un sueldo público sin el menor desgaste político. Una vez más gana fuerza la teoría que me expuso hace tiempo un miembro del PSOE: por estos lares los socialistas prefieren estar en la oposición que remangándose en el Gobierno. Mucho pico, pero poca pala.
A Tudanca solo se le ve últimamente en Twitter, aunque a este paso ni eso. Cada vez que suelta una sandez de las suyas, Igea le ridiculiza con su habitual sarcasmo. Por eso la semana pasada mandó a su lugarteniente Ana Sánchez y al ínclito Fernando Pablos a soltar una monserga que supone un auténtico insulto a la inteligencia. Con total descaro criticaron el gasto en asesores en Castilla y León. Lo hicieron días después de conocer que los Presupuestos Generales del Estado para 2021 contemplan una partida de 65 millones de euros para mantener a los 1.212 enchufados del Gobierno social-comunista. Una cifra nunca vista en democracia y una bofetada a la ciudadanía en un momento de crisis como el actual.
El asunto de los asesores es sin duda uno de los tumores imposibles de extirpar en nuestra democracia. Ningún partido quiere meterle mano porque todos, tarde o temprano, tendrán la oportunidad de colocar a los suyos. El problema es que España, en unos meses, no va a tener ni para pagar la luz de los ministerios. Sin embargo, un Ejecutivo que presume de izquierdismo, políticas sociales y defensa de los desfavorecidos, micciona en los rostros de los que menos tienen con una decisión escandalosa. En cualquier país civilizado con un Gobierno pantagruélico de 23 miembros ya se hubiera producido una profunda reorganización a consecuencia de la pandemia. Sánchez e Iglesias ni se lo han planteado. El adelgazamiento de la Administración se ha convertido en un tema tabú. Asumen con absoluta normalidad que miles de millones de euros se vayan a ir por el retrete para mantener a enchufados (en muchos casos auténticos analfabetos incapaces) con tal de contentar a todas las ‘sensibilidades’ del Ejecutivo. Es una provocación sin precedentes de la que, por desgracia, se va a hablar muy poco, pero que está ahí.
Por eso me parece repugnante que Ana Sánchez y Fernando Pablos salgan a criticar la paja en el ojo ajeno y no vean la viga en el suyo. ¿No se dan cuenta de que hay direcciones generales e incluso ministerios que están totalmente parados? ¿Olvidan que hay miles de personas cobrando en estos momentos un sueldo público mientras contemplan las musarañas? ¿Se atreven a mirar a la cara a los hosteleros y a los dueños de negocios que han tenido que cerrar? Cierto es que no se puede pedir decencia a quien no la conoce. No podemos olvidar que Pablos, otrora ‘susanista’ y actual activista ‘sanchista’, siempre tendrá que cargar con su inmoral comportamiento para derribar a uno de los políticos más respetados e íntegros que ha dado Salamanca, Bienvenido Mena. Hasta sus propios compañeros de partido no salieron de su asombro al ver tanta inquina injustificada que tenía un único objetivo: ganar puntos ante la momia de ‘Tudancamon’ y ocupar una Consejería en un futuro Gobierno del PSOE. Se quedó con las ganas. No me quiero ni imaginar la educación en Castilla y León gestionada por Pablos. Me sale un sarpullido.
Tudanca, Ana Sánchez y Fernando Pablos no son los únicos socialistas de la Región que han hecho el ridículo en los últimos días. Sonado fue el repaso que le dio el filósofo salmantino Miguel Ángel Quintana Paz a la fiel ‘sanchista’ Martínez Seijo en Televisión Castilla y León a costa de la ‘ley Celaá’. Un ejemplo de que el descaro y el atrevimiento de los incapaces no tiene límites.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Pablo Montes. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.