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Sigo con devoción las crónicas del mercado de ganado de los lunes que firma aquí al lado Susana Magdaleno, admirado de cómo suben, bajan ... o se quedan quietos los valores de esta bolsa agraria y ganadera en función de criterios que son un enigma para los profanos y que determinan los asistentes a las “mesas”, bautizados como “influencers” o más bien “brokers”. Esos enigmas, que marcan las cotizaciones, pueden estar relacionados con lugares muy remotos (Estados Unidos o China) o estados de ánimo provocados, por ejemplo, por la sequía, la ausencia de Gobierno o quizá una mala noche. O buena. Pero igual es otra cosa. No lo sé. Pero el lunes llamó mucho la atención la cotización del garbanzo, que se estrenaba en la Lonja. Acostumbrados a los potentes nombres de Íbex 35, desde la Iberdrola de Ignacio Sánchez Galán, al Inditex de Amancio Ortega, ver al garbanzo pedrosillano sometido a los vaivenes bursátiles de los lunes al sol salmantino produce una extraña sensación. El caso es que la tonelada de garbanzo –una cantidad así de garbanzos no encaja en mis dimensiones culinarias—cotizó a 525 euros. ¡Hala!, exclamé y volví a exclamar cuando comprobé la elevada cifra comparándola con otras, pero resulta que es baja, casi ridícula. Una cifra que coloca el kilo de garbanzos en 1,9 euros a precio de mercado de lunes mientras en el “súper” cotiza entre los 2 y los cuatro euros en los lineales, según la calidad, la marca y el día, supongo.

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