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Nuestro maltrecho, querido y maravilloso campo. Ayer leía el artículo publicado en La Gaceta sobre Gabriel y Galán y de cómo su poesía sigue enamorando ... a nuestras gentes del campo. Yo voy mucho más allá, pues este ojo que observa considera que ese enamoramiento, se extiende a todo aquel que se acerque a la lectura de la poesía del salmantino escritor, recomendable por su belleza y por su riqueza idiomática. Desgraciadamente el campo que tenemos hoy, dista muchísimo del que vivió y escribió nuestro insigne poeta. Es cierto que la naturaleza viva sigue estando ahí, con sus días, sus noches y sus estaciones de clima recio y caprichoso. Lo bucólico aún permanece en la contemplación de la naturaleza, que no en la del campo. En él, lo bucólico y pastoril ha desaparecido o está a punto. Se suele equivocar naturaleza y campo. El campo es esa tierra de labor en la que hoy se puede ver la polvareda de tractores abonando, preparando tierra para el barbecho o la próxima siembra. Campo es esa dehesa de la que saldrá la carne de las distintas cabañas ganaderas, donde los animales comen y paren de lunes a domingo, ellos no entienden de fines de semana. Campo es eso que nunca descansa y que para que se le escuche, tiene que subirse al tractor o al coche, tocar el claxon y marchar por la urbe para exigir que se le atienda, comprenda y ayude. Porque aquí se ayuda a todo “zurriburri” pero a esta gente que se deja piel, esperanzas, trabajo, dinero y vida, no sólo no se les escucha en sus demandas, sino que se les etiqueta con adjetivos inadmisibles y torticeros por parte de aquellos que del campo, no conocen nada más que no sea el “trekking”.
Ya saben que desde siempre la problemática del campo y del medio rural ha sido y es objetivo de este ojo que observa y, si quieren que les diga la verdad, había pensado que la pandemia podría suponer un revulsivo tremendamente interesante para fijar la vista en lo rural. El teletrabajo ha venido para quedarse y eso se puede realizar desde el medio rural si se ofrecen las infraestructuras necesarias para ello. No es la primera vez que exijo para él las mismas comunicaciones que para las zonas urbanas. Ana es una mujer economista y con trabajo en Madrid, que lo dejó todo para unirse a una empresa de simientes y abonos en nuestra provincia. Me comentaba que ahora, a muchos de sus compañeros no les importaría venirse y teletrabajar, aunque tuvieran que ir una o dos veces a Madrid a la semana. Pero necesitan infraestructuras. Hemos desmontado nuestros pueblos que ya no tienen médico, ni escuela, ni nada de nada...sólo abandono. Y no crean que son pueblos perdidos de la mano de Dios, son pueblos cercanos que su éxodo a la ciudad, los ha dejado vacíos. Necesitamos decisiones políticas valientes. Pero están a otra cosa.
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