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Nuestro maltrecho, querido y maravilloso campo. Ayer leía el artículo publicado en La Gaceta sobre Gabriel y Galán y de cómo su poesía sigue enamorando ... a nuestras gentes del campo. Yo voy mucho más allá, pues este ojo que observa considera que ese enamoramiento, se extiende a todo aquel que se acerque a la lectura de la poesía del salmantino escritor, recomendable por su belleza y por su riqueza idiomática. Desgraciadamente el campo que tenemos hoy, dista muchísimo del que vivió y escribió nuestro insigne poeta. Es cierto que la naturaleza viva sigue estando ahí, con sus días, sus noches y sus estaciones de clima recio y caprichoso. Lo bucólico aún permanece en la contemplación de la naturaleza, que no en la del campo. En él, lo bucólico y pastoril ha desaparecido o está a punto. Se suele equivocar naturaleza y campo. El campo es esa tierra de labor en la que hoy se puede ver la polvareda de tractores abonando, preparando tierra para el barbecho o la próxima siembra. Campo es esa dehesa de la que saldrá la carne de las distintas cabañas ganaderas, donde los animales comen y paren de lunes a domingo, ellos no entienden de fines de semana. Campo es eso que nunca descansa y que para que se le escuche, tiene que subirse al tractor o al coche, tocar el claxon y marchar por la urbe para exigir que se le atienda, comprenda y ayude. Porque aquí se ayuda a todo “zurriburri” pero a esta gente que se deja piel, esperanzas, trabajo, dinero y vida, no sólo no se les escucha en sus demandas, sino que se les etiqueta con adjetivos inadmisibles y torticeros por parte de aquellos que del campo, no conocen nada más que no sea el “trekking”.

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lagacetadesalamanca El campo y el claxon