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EN la primera década del pasado siglo asentaba sus reales frente al reloj de la Plaza, entre el bordillo y los jardines, en el espacio ... libre que dejaban los pétreos canapés, el buen Liborio. Llegaba empujando el carrrito de helados, adornado en sus laterales con escenas de caza y animales salvajes, acompañado de la Liboria, cargada con el cesto de mimbre al cuadril y el “bombo” de los barquillos al hombro, pintado de rojo como era costumbre, luciendo en su panza los versos siguientes: “El hombre de más salero / para todos los chiquillos, / ¿Quién es? Pues el barquillero / que hace sabrosos barquillos”.

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lagacetadesalamanca El barquillero