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Hablar del Prado es hacerlo de Velázquez, Murillo, Rubens, El Bosco... y también de Goya, cuya calavera anduvo por alguna casa salmantina y ... quién sabe si el viento no esparció sus añicos por nuestras calles. Porque don Francisco fue enterrado supuestamente entero, pero exhumado sin cabeza y todos los dedos apuntaron al pintor maño Dionisios Fierros, que la llegó a retratar por una cuestión científica. La prueba se encuentra en el Museo de Zaragoza. El hijo de Fierros estudió en Salamanca y se dice que la calavera del pintor fue compañera de noche salmantina y de estudios del mozo, como se dice que termino fragmentada y hecha añicos y quién sabe. Es una de las mil y una leyendas del arte y del bicentenario Museo del Prado, que tiene sus abrazos salmantinos, y Goya es solo uno. Una crónica siniestra digna de inspirar esas historias de Alex de la Iglesia, que esta semana anduvo en Salamanca rodando una de miedo, una estancia que coincidió con la presencia en nuestras calles de María Dolores de Cospedal, “Cospe”, alejada hoy de la política y sin duda feliz de no estar en la pomada de todo lo que está ocurriendo, como el hecho mismo de que una parte de España viva espantada tras el abrazo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que algunos llaman el abrazo de los Picapiedra. Un abrazo que no acaba de trasmitir el afecto de otros, como el representado por la artista María Salud Parada Morollón en su “Mirando al cielo”, que es como llamó a la escultura dedicada por la Cámara Agraria de Salamanca a la mujer y al hombre del campo, que hoy recuerda el lugar donde estuvieron los locales camerales. No, el político, es un abrazo forzado. Pablo va en busca de Pedro y este se deja, porque qué otra cosa podía hacer. Un abrazo que hizo bajar el Íbex, encendió las redes sociales e incendió las líneas empresariales, y hasta puede influir en la consulta a los socialistas sobre el pacto. Y hasta ahora. Reparo en que hay pocos abrazos en el estatuario salmantino y algunos históricos en el Arte: Klimt, Guayasamín, Genovés, Rodin...
Regresó del campo Ramón Grande del Brío, al que le sigue gustando bailar entre lobos y esquivar abrazos de osos, que los hay, dice. El 3 de diciembre, en pleno vértigo político, presenta en el Casino su nuevo libro “Al rescate de la Historia”, que ha subtitulado: “Los votos de San Millán, la Universidad de Salamanca y otras víctimas de la historiografía”, y ya avanzo que va a cuestionar que 2018 fuese con precisión el ochocientos aniversario de la Universidad de Salamanca con la contundencia y claridad con la que Ana Carabias –la detective Carabias—desmontó que Beatriz Galindo, La Latina, fuese profesora de Latín de Isabel La Católica ni de nadie de su familia, y Luisa de Medrano fuese catedrática. Este año nos ha dado por desmontar mitos y si hay pruebas, adelante. El asunto promete y queda algo más de un mes para terminar el año. Aunque advierto de que nadie ha corregido los errores escritos de las dos históricas salmantinas y tampoco espero que los datos de Grande cambien el curso de los aniversarios. No queda, como dice Joan Margarit, Premio Reina Sofía de Poesía y Cervantes, sino buscar consuelo en la música y la poesía. Y añado que en el Arte. O en un sincero abrazo.
Hubo un tiempo en el que se intentó que algo llamado “Prado oculto” viniese a Salamanca, es decir, que tuviera aquí un lugar permanente. Aquello acabó en nada y no sé si ahora podría retomarse o no hay nada que hablar de ello. Son tantos los conventos que va quedándose vacíos, que ahí puede quedar espacio para uno o dos “Prados ocultos”.
P.D. Rufián y Lastra se han limitado a estrechar sus manos en señal de acuerdo. El abrazo podría haber sido mal interpretado.
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