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Hoy hablan las urnas. Por cuarta vez en cuatro años el personal en edad de votar (o una parte de él, porque puede haber mucho “ ... abstemio”) acude a los colegios electorales papeleta en ristre. Con proverbial paciencia, beatífica comprensión y caridad infinita, los ciudadanos comulgan con los políticos empecinados en convencerles de que un año sin votaciones es como un jardín sin flores; o como un cura preconciliar sin sotana. Pensando en nuestro bienestar, los sucesivos gobiernos nos compensan así por las décadas oprobiosas de la dictadura en las que no se votaba, excepción hecha del tercio familiar en las Cortes del exhumado.

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