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A las diez de mañana de ayer recibí la primera dosis de mi astracéneca sin más peaje que ver en los de mi misma ... edad, que aguardaban la vacunación, cómo les ha tratado el tiempo y cómo nos hemos tratado a nosotros mismos. Las comparaciones son odiosas, pero igualmente irresistibles. Mientras esperaba en la cola veía y comparaba, y también me sentía observado y comparado; y luego, cuando aquello se puso en movimiento, todo pasó y comencé a recordar las sensaciones de los conciertos vividos en ese Multiusos, hasta que llegaron las indicaciones de la organización que me plantaron en mi unidad de vacunación, donde Mari y Raquel, enfermeras, me abrieron las puertas con su pinchazo a la, llamemos, normalidad. Muchas gracias. Eran las diez de la mañana: Me concentré, entonces, en sentir posibles efectos secundarios, que también forman parte de nuestra realidad, por ejemplo, los de las elecciones madrileñas o los que traerá el ajuste que la Unión Europea nos reclama para que salgan las cuentas.

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