Efectos secundarios

“Puede provocar reacciones alérgicas, bajada de glucosa, alteraciones sanguíneas y alteraciones en el hígado o el riñón”. Esta otra anotación tampoco pertenece a los efectos secundarios de alguna de las vacunas descubiertas en los últimos meses. La leo en esta ocasión en el prospecto que acompaña al Paracetamol, otro de los medicamentos que guardamos en el botiquín de urgencia familiar y cuyos comprimidos nos tomamos ante una simple jaqueca o un pequeño dolor de muelas. De hecho, es el medicamento más utilizado contra el dolor en Europa o Estados Unidos.

Menos mal que no nos fijamos mucho en la letra pequeña de los prospectos de estos medicamentos y que sus efectos secundarios no aparecen mil veces repetidos protagonizando titulares o acaparando declaraciones cambiantes, confusas e indecisas de nuestras queridas autoridades. De lo contrario, quizás hoy mismo los estaríamos arrojando a la basura y soportaríamos estoicamente nuestros terribles dolores de cabeza como auténticos bueyes.

Todos sabemos que no existen medicamentos sin efectos secundarios, que todos tienen consecuencias adversas (aunque no todas las personas las sufran) y que cualquiera de los efectos secundarios de los fármacos que consumimos con habitualidad, pueden aparecer con mucha más frecuencia que, por ponerles un ejemplo, los rarísimos casos de trombos producidos por la inyección de AstraZeneca.

Es sorprendente, sin embargo, que de pronto aparezca tantísima gente reacia a recibir esa u otras vacunas tan necesarias y de hecho, el único remedio con el que la ciencia está consiguiendo derrotar eficazmente tanta muerte, dolor, crisis.

Qué fácil resulta infundir el miedo, la confusión y la preocupación entre los miembros del rebaño, como muy bien saben nuestros políticos en campaña electoral, y qu difícil ayudar a reflexionar al personal poniéndole todos los datos reales y fidedignos sobre la mesa.