Dos termómetros gigantes

La librería y papelería de Eugenio Calón Hernández, nacido en el antiguo pueblecito de El Arco, de la Ribera del Cañedo, da sus primeros pasos en la calle de Zamora, frente al Café Suizo hacia 1876.

Se traslada a la Plaza Mayor al número 33 (junto al Correo, como entonces se decía). Recién llegado a la Plaza fallece don Eugenio en 1885 y se hacen cargo del negocio dos mujeres: Su esposa Andrea Carmona Martín, natural de Ledesma y su hija Elisa, bajo la razón social “Viuda de Calón e Hijo”.

El hijo es doña Elisa Calón, viuda de don Ciriaco Cuello Portilla, fallecido el 26 de agosto del año 1893.

El año 1901 gana el accésit en el concurso de escaparates en el que el primer premio se concede a la tienda de Tomás Alonso adornada por el célebre “Felipe”, Felipe Rodríguez Carmona, ganador todos los años. Ampliaron el negocio en 1902 con un establecimiento tipográfico, especializándose en tarjetas postales, mientras Elisa daba clases de dibujo en la propia vivienda.

En 1918 fabrican mobiliario de oficina robusto y de duración en la calle del Prior números 4 y 6 y en 1924 ocupan el número 10 de la Plaza, que ha dejado el peñarandino Hipólito Romero con su tienda de grandes novedades “Le Bon Marché”.

En julio de 1935, provisionalmente, pasa la librería a la calle Sin Sol (Deán Polo Benito) y enseguida a Concejo, teniendo que trasladarse como consecuencia de los destrozos producidos en el bombardeo de 1938, a la calle del Prior en 1940, a los números indicados, donde desaparece regida por José Tomás Cuello, de la 5ª generación.

En la Plaza lució en la fachada de la tienda un termómetro de los citados anteriormente, que era consultado por los salmantinos y tema obligado de conversación en sus continuas vueltas, llevándolo consigo en su traslado al número 10. Ignoro si también lució en la calle Sin Sol.

En 1895 ya se encuentra establecido en la calle de la Rúa, número 32, Antonio García Alvarez con la “Librería Religiosa”, quien se traslada a la Plaza Mayor el 15 de octubre de 1918.

Se especializó en la venta de “belenes” recogiendo la tradición del comercio vecino de Vicente Carnero, que antecedió a “El Buen Gusto” y publicó un “Álbum de Salamanca” en el que se incluían 24 fotografías de monumentos salmantinos, confeccionado en los célebres talleres de Hauser y Menet de Madrid, valiosa pieza hoy no asequible.

Antonio García, cuando ni se había soñado con los hombres del tiempo en televisión, ni se hablaba de isobaras y borrascas, se convirtió en el precursor de los partes meteorológicos pues, para dar a conocer la temperatura ambiente, instala otro termómetro gigante de mercurio, obsequio de la casa de “Tintas Stephen”, en el machón frente a la tienda.

Coloca en sus escaparates al célebre monje de la capucha, predictor con una varita en su mano izquierda del tiempo: seco, revuelto, viento, bueno, inseguro, ventoso, húmedo y lluvioso, que no es más que un sencillo higrómetro ideado en 1890 por Agapito Borrás Pedemonte partiendo de un cartón y utilizando la tensión de un cabello pegado a una banda elástica para medir la humedad y vende en grandes cantidades el calendario Zaragozano “El Firmamento”, fundado en 1840 por don Mariano Castillo y Ocsiero, que predice el tiempo que va a hacer durante todo el año.

El tal calendario zaragozano sigue existiendo en la actualidad con idéntico formato y colorido.

El célebre termómetro desapareció una noche y ante los ruegos del librero, a través de la prensa, para que le fuera devuelto pues para él tenía un componente sentimental, reapareció sano y salvo entregado por unos estudiantes gamberros que se lo habían llevado con objeto de tomarle la temperatura a un compañero que se encontraba “muy enfermo”.