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Los ministros de Pedro Sánchez no dejan de sorprenderme. Después de la guerra que ha dado la ministra de Educación, Pilar Alegría, con la reforma ... de la Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad, conocida como EBAU o EVAU —las siglas dependen de la Comunidad Autónoma— y su transformación en una prueba de madurez, ahora la ministra ha decidido prescindir de la polémica prueba y prácticamente ha dado marcha atrás en todos los cambios planteados para el temido examen.
Sin duda, es lo más sensato que podía hacer la ministra que, por una vez, ha hecho honor a su apellido y nos ha dado una alegría. Pero no deja de sorprenderme cómo puede cambiar de decisión casi de la noche a la mañana. La explicación es clara: le ha podido la presión de las comunidades autónomas, los padres y los estudiantes en un año con doble cita electoral. Y es que a tres meses de los procesos electorales para elegir a los alcaldes y a menos de un año para decidir quién gobernará el país los próximos cuatro años, todo se decide en clave electoral.
Pero hagamos memoria. A las puertas de las vacaciones de verano, el Gobierno presentó el nuevo modelo de la Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad que, según el borrador que dio a conocer a las comunidades autónomas y universidades, en cinco años reduciría los exámenes de la EBAU a la mínima expresión, de manera que a partir del año 2027 los alumnos no tendrían que examinarse de Historia de la Filosofía, Historia de España, Lengua Castellana y Literatura e Idioma extranjero, sino que, según explicó la ministra, demostrarían sus destrezas en esas materias a través de una prueba de madurez que supondría el 75% de la nota final de la evaluación que decidiría su ingreso en el sistema universitario. Un despropósito que levantó en armas a profesores, consejeros, padres y alumnos. La ministra de Educación incluso tenía un cronograma con las fechas en las que se irían implantando los cambios. Lo curioso es que hacía planes a medio plazo, cuando ella probablemente ya no estaría en el Ministerio de Educación.
La ministra vendió esa prueba de madurez como la solución a todos los males de la educación, en especial las desigualdades que los alumnos sufren en la EBAU porque, como ha denunciado este periódico en multitud de ocasiones, no es lo mismo examinarse en Andalucía que en Castilla y León.
Apenas cinco meses después, en esta ocasión a las puertas de la Navidad, el Ministerio reculó. Las quejas de los profesores de Lengua y Literatura Española llegaron hasta la Real Academia Española y tras las críticas palabras de la RAE, la ministra Pilar Alegría no pudo soportar la presión y anunció un aplazamiento de la nueva EBAU, aunque no reconoció su error, sino que argumentó la decisión en que quince comunidades autónomas habían solicitado que se prolongara un año el periodo de implantación del nuevo modelo de examen, de manera que no sería hasta 2028 cuando llegaría la gran prueba de madurez, aunque los cambios comenzarían ya en 2024.
Donde dije digo digo Diego. Dos meses después, la ministra ha optado por retirar por completo la prueba de madurez de la EBAU.
Repito que la decisión es acertada, pero este cambio de rumbo en apenas siete meses demuestra que este Gobierno actúa sin pensar en las consecuencias de sus actos. Lo estamos viendo también con la ley universitaria. La LOSU ha pasado de dar a los rectores el poder de elegir a los decanos a decir que tienen que elegirse por sufragio universal. ¡Ojalá también se replanteen implantar la LOSU!
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