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La alfombra roja electoral que han pisado estos días Garicano, Ana Pastor o Rodríguez Ibarra, y antes Casado o Sánchez, ya está ... recogida en el almacén hasta cuando toque desplegarla de nuevo. Ni Rivera ni Iglesias han desfilado por ella, aunque su influencia se ha dejado notar: Iglesias le ha hecho un roto a su franquicia salmantina con las críticas a Amancio Ortega y sus donaciones a la Sanidad oncológica, respondidas con una recogida de firmas por parte de Marciano Miguel, junto a la carpa de los de Iglesias y a las puertas de un Zara que fue ojito derecho de Inditex, del que presumían Pablo Isla y Ortega en todo el mundo, y al que tantas trabas puso entonces Julián Lanzarote, que pretendía ese edificio para darle entrada al Liceo con marquesina y conectar la Plaza del Liceo con el Pozo Amarillo. Y Rivera, por su parte, le ha marcado el camino a Francisco Egea al decirle que se olvide de pactar con el socialista Tudanca en nuestra Comunidad. Veremos qué hace Egea, que ejerció de hijo rebelde con causa en el caso de las primarias y la favorecida Silvia Clemente, hoy desaparecida, y hace unas horas paseó con Rosa Valdeón, sacudiéndose así ciertas presiones de Mañueco. Un ejercicio de distracción. Y de amistad, se nos ha dicho. Una amistad quizá prometedora y con derecho a roce político más adelante.

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