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La alfombra roja electoral que han pisado estos días Garicano, Ana Pastor o Rodríguez Ibarra, y antes Casado o Sánchez, ya está ... recogida en el almacén hasta cuando toque desplegarla de nuevo. Ni Rivera ni Iglesias han desfilado por ella, aunque su influencia se ha dejado notar: Iglesias le ha hecho un roto a su franquicia salmantina con las críticas a Amancio Ortega y sus donaciones a la Sanidad oncológica, respondidas con una recogida de firmas por parte de Marciano Miguel, junto a la carpa de los de Iglesias y a las puertas de un Zara que fue ojito derecho de Inditex, del que presumían Pablo Isla y Ortega en todo el mundo, y al que tantas trabas puso entonces Julián Lanzarote, que pretendía ese edificio para darle entrada al Liceo con marquesina y conectar la Plaza del Liceo con el Pozo Amarillo. Y Rivera, por su parte, le ha marcado el camino a Francisco Egea al decirle que se olvide de pactar con el socialista Tudanca en nuestra Comunidad. Veremos qué hace Egea, que ejerció de hijo rebelde con causa en el caso de las primarias y la favorecida Silvia Clemente, hoy desaparecida, y hace unas horas paseó con Rosa Valdeón, sacudiéndose así ciertas presiones de Mañueco. Un ejercicio de distracción. Y de amistad, se nos ha dicho. Una amistad quizá prometedora y con derecho a roce político más adelante.
Las últimas horas de alfombra roja electoral nos han traído grandes promesas, una suerte de remate de rebajas, y nos avisan de un lunes de dolor y gloria, según los resultados, y por supuesto llamadas. Tenemos que hablar. Se abre un tiempo de “cambalaches”, que diría Mañueco, y de dudas para los tenemos un móvil Huawei, que vivimos, seguramente, espiados por China y Estados Unidos. Otra cosa es qué interés geoestratégico podemos suscitar en estas potencias más allá de ser consumidores de productos, servicios, y opiniones e informaciones políticas. Quizás esto último. No acabamos de ser libres del todo, como se ha apuntado esta semana en Valladolid, donde en los premios escénicos Max nuestra Charo López recitó a Cervantes y Rosales junto a Lucía Quintana y Fernando Cayo hablando de libertad. Anoche, en la Casa Lis, nuestra Sheila Blanco hizo lo propio con poetas de la Generación del 27 casi en las vísperas de la Noche de las Libélulas, que llegará en un junio de Luz, Vanguardias y nuevos gobiernos locales y autonómicos.
Antes de recogerse la alfombra roja electoral los vecinos de Prosperidad se manifestaron contra el proyecto de trasladar al convento de las bernardas los servicios de Proyecto Hombre, un asunto que no ha entrado en campaña por los pelos. Quizá ese centro se convierta en seña de identidad del barrio tras perder el depósito de aguas y el parque de bomberos, la fuente del Camino de las Aguas, el chalé del indiano Esteban Corral, el ventorro de Cuatro Caminos, la fábrica harinera de Bernardo Olivera y la pintura mural que recordaba que el viejo colegio de San Estanislao de Kostka se levantó “ladrillo a ladrillo” por los vecinos movilizados por el P. Basabe, que debe estar incómodo allí donde se encuentre. El “milagro de San José” ha sido borrado de la fachada, hoy blanca, tras la cual se dispone a abrir una residencia de mayores, que es el negocio de nuestro tiempo en Salamanca. Otra seña identitaria del barrio que se pierde y en este caso con la indiferencia de los herederos de la obra de Basabe y cierto pesar y enfado de los sucesores de quienes echaron horas de trabajo y dinero, que se sentían recordados y reconocidos con esa humilde pintura. Dolor y gloria.
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