Dictaduras y dictablandas
Sábado, 17 de julio 2021, 05:00
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Sábado, 17 de julio 2021, 05:00
Ninguna dictadura admite que lo sea. Pero los demás las reconocemos, sabemos lo que dictan y decimos en román paladino: Dic-ta-du-ra. ... Nuestro desgobierno -con cinco comunistas-, acosado para que califique el régimen cubano, ha acudido a perífrasis, circunloquios, juegos de palabras, es decir, rodeos, elusión de etiquetas, y hasta el silencio de su nueva portavoz, para no pronunciar esas cuatro sílabas, con las que sin embargo se les llena la boca hablando del franquismo. Se ha logrado que Sánchez reconozca que “evidentemente no es una democracia”. ¡Bingo!. Esos cinco ministros antisistema, anti-España, pro Venezuela, pro Cuba, así como Díaz Canel y sus secuaces castristas, estarán satisfechos. Sin embargo... Eppur si muove, como replicó Galileo a sus inquisidores. Los españoles gritan hoy ¡eppur Cuba es una cruel dictadura! Viene de 1959, por lo que supera en veinte años a la de Franco, que duró cuarenta. Lo subrayo porque el sanchismo y sus socios, los que llamo chulos del franquismo, siguen explotando la sombra de quien se sublevó mañana hará 85 años y murió hace 46. Aunque llevemos más de cuarenta de democracia, para ellos es el “Régimen del 78” a derrocar ladinamente, mientras abrigan la tiranía cubana. Hay que tener un morro político más grande y duro que el pétreo Morro de La Habana.
Lo de “Dictablanda” surgió en España con el Gobierno del general Berenguer, último de Alfonso XIII, tras la Dictadura de Primo de Rivera. La Academia la define como “Dictadura poco rigurosa en comparación con otra”. Los ingenuos, tras la gloriosa entrada de Fidel Castro en La Habana, creyeron que la dictadura de Batista pasaría a la historia, y se abrazaron al paraíso prometido por la Revolución. Pronto supieron que era otro infierno. Uno mismo, en su visita a Cuba hace unos treinta años, creyó que aquello era insufrible, no podía seguir así y que algún día llegaría la apertura, y luego la democracia. Pues no, cada año peor de miseria y carencias. Un amigo médico progre fallecido, antes de empezar este siglo, ya mandaba medicinas. La escasez sigue siendo brutal y ayer mismo el régimen suspendió los aranceles de ¡comida y fármacos! Mayor elocuencia imposible. Carecen de pan y de aspirinas. No digamos de libertad. Y cuando faltan esas tres cosas, el pueblo aúlla y hasta arriesga su vida. No olvidemos que Castro se comprometió a “crear las condiciones para garantizar, con el esfuerzo de todos, o de la mayoría, la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de cada individuo”. ¡Tururú! Las manifestaciones populares de estos días muestran lo contrario. Díaz Canel alega que están organizadas por la CIA, como Franco las justificaba en conspiraciones judeo-masónicas.
Cuando el comunismo toma el poder, no hay alternativa, ni salida. ¿Pero no estamos hartos de comprobarlo históricamente? No sé quién fue el autor de aquel lamento español, al ver cómo nuestras colonias americanas se iban independizando y emputeciendo con odiosos regímenes totalitarios. La madre España sollozaba: “Queridas hijitas mías, ¡qué putas me habéis salido!”. Nuestros lazos con Cuba son innúmeros. Hasta Franco (gallego) mandó de nuevo a un embajador, tras el grave incidente televisivo, en directo, de Lojendio con Castro (gallego). Fraga (gallego) lo agasajó en su tierra de origen. Y ainda mais.
Como con el comunismo, pasa algo parecido cuando un individuo se infecta de nacionalismo. No tiene otro relato ni otra razón de existir. Puigdemont, Aragonés y Junqueras se reunieron ayer en Francia y, sin que pueda sorprendernos, se reafirmaron : “Lo volveremos a hacer, juntos y mejor” (les faltó confesar que con la ayuda económica y política del canalla de Sánchez). Ya Maquiavelo decía que “la patria debe defenderse siempre, con ignominia o con gloria”. El social-comunismo español, que además desdeña nuestra patria, ha optado por la ignominia. También en el caso de Cataluña.
Hay pocas y sutiles diferencias entre una dictadura y una dictablanda. Ambas dictan lo que tenemos que hacer y punto. En política no hay escala de Mohs que gradúe la dureza desde el talco al diamante. No hay régimen duro, morcillón o blando. El totalitarismo no sigue las dietas blandas. No hay Sánchez Mejías, blando con las espigas y duro con las espuelas, al decir de Federico. Al dictado es al dictado, como los párvulos. Queda usted confinado, y ¡a callar!, incluidas las Cortes. Y que no se le ocurra al Constitucional -si serán fachas-, “elucubrar” y llevarles la contraria. Lo del sanchismo y sus tentaciones totalitarias, empieza a parecerse peligrosamente a una dictablanda. O sea.
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