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En mayo de 2011 una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 30 de julio de cada año como Día Internacional ... de la Amistad, atendiendo a los diversos programas de cultura y paz en el mundo y resaltando la importancia de la amistad como sentimiento noble y valioso en la vida de los seres humanos. Aspectos complementarios tales como la solidaridad, la comprensión mutua, la armonía entre los pueblos, la reconciliación y bla,bla,bla, venían a reforzar esa idea de amistad universal de la que, por cierto, tan necesitados andan los habitantes de este sufrido planeta, siempre enzarzados en rifirrafes, escaramuzas, guerras declaradas o no, atentados contra la naturaleza, y otras actuaciones abiertamente criminales. Dudo de que tantos días internacionales de lo que sea sirvan para algo, pero al menos contribuirán a empedrar el infierno de buenas intenciones. Menos es nada.
Decía un colega escritor y académico famoso que los verdaderos amigos no son los que van a visitarte a la cárcel, sino los que asisten a tus conferencias. Cuestión de perspectiva. Las verdaderas amistades se forjan en la adolescencia, incluso en la infancia, cuando los sentimientos son más sinceros y emergen sin contaminar por las envidias o los egoísmos que pudieran surgir más tarde. En esa etapa de la vida aún no eres nadie y por lo tanto el afecto es desinteresado, desprendido, no mediatizado por la expectativa de futuros favores o beneficios derivados de una relación supuestamente amistosa. Pocos son los amigos que se pueden contar como tales a lo largo de la vida, haciendo realidad aquello de “quien tiene un amigo tiene un tesoro”. No creo que el dicho se refiera precisamente al tan manido “amigo invisible”, que también tiene su mérito y cumple una función en el entramado social, dicho sea de paso. Somos, sin duda, animales sociales, como nos recuerda Aristóteles en su Ética a Nicómaco. Y esa peculiaridad de los humanos debería verse reflejada con mayor contundencia en las relaciones internacionales. Es cierto que hay hermanamientos entre ciudades y países, convenios de amistad y cooperación, pactos amistosos sellados y profusión de lazos generalmente débiles en su trenzadura, abocados a romperse por un quítame allá esa región, esa provincia, esa supuesta nacionalidad identitaria o esa ración de gas con la que podamos calentarnos en invierno.
Espero que ayer haya sido un día amistoso para mis lectores. Y si no se enteraron de la efeméride, pueden celebrar la amistad hoy, mañana, o cualquier otro día. Es un sentimiento sin caducidad. Decía Baltasar Gracián que cada uno muestra lo que es según el número de amigos que tiene. Por desgracia hay quien, en vez de contarlos con los dedos de una mano, los cuenta con los dedos de una oreja. Y así le va.
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