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Que yo recuerde, al menos en ocho ocasiones he pedido desde esta misma prédica dominical que se cumpliera el deseo -por mí formulado verbalmente en ... distintos momentos a los tres últimos alcaldes que han regido el Consistorio salmantino- de colocar un medallón de Alfonso IX en la Plaza Mayor. Incluso alguna vez aludí a las distintas estatuas, bustos y lápidas que, como homenaje a dicho monarca, hay repartidas por el territorio nacional.
A principios de 2018 la Comisión Territorial de Patrimonio dio el visto bueno para iniciar el proceso, sin duda aprovechando el tirón del VIII Centenario de la universidad.
Hubiera sido un buen momento, pero por distintas razones no siempre bien explicadas se dejó pasar la oportunidad de ensalzar la figura del monarca que hizo posible el establecimiento del viejo Estudio salmantino. No en vano Lucas de Tuy recordó en su Chronicon Mundi de 1237 que “Alfonso, rey de León [...] llamó maestros muy sabios en las sanctas escripturas y estableçio que se fiziessen escuelas en Salamanca (stituit scolas fieri Salamanticae)”.
Hasta la propia universidad ha sido cicatera a la hora de representar la figura de su fundador. Aparte de las ilustraciones en distintos libros que la Biblioteca Histórica y el Archivo puedan albergar, la única representación pictórica que el visitante puede apreciar en su recorrido por el edificio de las Escuelas Mayores es una grisalla de considerable tamaño que cuelga de una de las paredes del Aula Dorado Montero.
Al igual que otras de idéntica factura, el retrato de Alfonso IX (Rex Huius Academiae Conditor) fue obra de Isidoro Celaya, por encargo del rector Tomás Belesta en el año 1858.
La inscripción explicativa en la parte inferior del cuadro señala, en traducción de Enrique Sánchez Reyes, que el fundador de la universidad “vio algún tiempo prófugas de la tierra hispana a las inspiradoras musas, tristes por no encontrar lugar donde albergarse”.
En consecuencia, decidió capturar dichas musas, hacerlas suyas y acogerlas bajo su protección. Hermosa forma poética para expresar el nacimiento del Estudio salmantino.
Pues bien, parece que por fin el dichoso medallón va a tener vía libre, una vez convocado el preceptivo concurso.
Fijado ya el emplazamiento de la obra que resulte premiada, escultores y canteros están invitados a plasmar en el mismísimo corazón de la ciudad un relieve que no solo ensalzará al rey Alfonso, sino que, sin ánimo de exagerar, inmortalizará a quien se alce con el triunfo.
Por lo tanto, es de esperar imaginación en el boceto, esmero y buen pulso en la propuesta de la efigie, y suerte para que el mejor proyecto cautive y convenza a los expertos que hayan de juzgarlo.
Al actual alcalde, Carlos García Carbayo, le cabrá el honor de inaugurar un nuevo medallón largamente deseado.
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