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Cuanto más vivo (y vivo mucho), cuanto más pienso (y pienso mucho), cuanto más disfruto (y disfruto mucho), más sufro; y sufro porque no soy ... ajeno a la imperfección programada que me rodea: voy por la calle santiguándome, maldiciendo mi suerte, maldiciendo la desigualdad real, que nada tiene que ver con el postureo “woke”. Tengo déficit de soberbia y vanidad, y por ello un simple puesto de flores y su vendedor me emocionan. Por alguna extraña pero bendita razón que yo atribuyo a la genética y a la educación, siento que me mantengo al margen de una sociedad en descomposición en la que la tecnología y la (des)información nos está robando el alma y el tiempo. O nos armamos humanamente y a la carrera o seremos simples clientes de “Amazon”. La soledad de la fibra óptica. (Nota a este párrafo: recomiendo la lectura de “Infocracia”, el último libro de Byung-Chul Han)

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