Borrar

Finalmente, había algo mucho peor que la incertidumbre con la que hace solo unas semanas contemplábamos el inicio de este otoño. Era la certeza, que ... hoy ya tenemos de manera plena, de que a todos aquellos interrogantes que entonces nos planteábamos les esperaba una respuesta negativa. No, las primeras reapariciones veraniegas del virus no eran meros rebrotes que fueran a controlarse con rastreadores y PCRs, sino una verdadera “segunda ola” de la pandemia. No, las medidas que estaban tomando las comunidades autónomas no iban a surtir efecto y los contagios se iban a disparar. No, no habría rectificación en la gresca política del “todos contra todos”, sino que esta seguiría creciendo ominosamente. No, tampoco habría en España una recuperación económica, ni en “v” ni en “u” ni, por ahora, en ninguna otra letra del abecedario. Y no, en Salamanca no habíamos aprendido la lección: al revés, estábamos abocados a ocupar de nuevo en la clasificación de las provincias españolas más afectadas por la pandemia un lugar destacado que no nos corresponde ni por nuestro tamaño, ni por nuestras condiciones demográficas ni por nuestro emplazamiento geográfico.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Sigues a Mariano Esteban de Vega. Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca Desolación y orgullo