Borrar

La desconfianza es uno de los males de nuestro tiempo. La sociedad de la desconfianza tiene la sensibilidad cada vez más abotargada, porque en ella ... la gente vive pandémicamente escamada. Si desconfiamos de los medios de comunicación –algunos dan sobrado pie para ello--, de las ventas por internet o de los sondeos del CIS, ¿cómo no desconfiar de las redundancias legislativas en las que incurren las diversas administraciones, de las inflamadas promesas que llueven en los fervorines mitineros previos a las jornadas electorales o en la retórica corrosiva y huera de las ruedas de prensa, tertulias y otras reuniones en cuyos mensajes se proclaman verdades absolutas sin el mínimo atisbo de rubor o vergüenza torera? Muchos de los que nos engañan desde las altas esferas de la política hubieran tenido existencias grises y anodinas de no haberse aferrado al cable salvador que en su momento les echó el partido. Ante la posibilidad real de trabajar de verdad, hubieran dicho sin vacilar, como Bartleby, el escribiente de Melville: “Preferiría no hacerlo”.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Sigues a Román Álvarez. Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca Desconfianza