Secciones
Destacamos
Permítanme que le coja prestado parte del título a la película para hablar del culebrón. El del encuentro de Delcy con Ábalos en Barajas. Un serial que en cada capítulo nos descubre una mentira nueva y al que se acaban de incorporar las cintas de ... vídeo, para dar más morbo a la trama. Las imágenes de las cámaras de seguridad del aeropuerto, que acabarán en manos de la Justicia, anticipan toda la emoción para la parte final, como en los grandes seriales.
Vaya por delante que ha sido el propio Ejecutivo el que ha convertido el paso de la famosa Delcy por España en una cuestión de Estado. Fue el presidente el que decidió enviar a un ministro, de confianza, al frente del comité de bienvenida de la número dos de Maduro. El episodio nunca hubiera tenido tanta trascendencia si Sánchez la hubiera tratado como una visitante incómoda a la que evitar. Pero no fue así. Y la atención personalizada coincidió además con el desdén a Juan Guaidó, al que el presidente se apresuró a felicitar hace un año desde Davos con fotografía incluida, y al que ahora evita.
El cambio de criterio ya no es noticia. Pero sí lo es la recepción a una vicepresidenta que tiene prohibida la entrada a España. Ábalos podría haber estado ese lunes regulando el precio del alquiler, inaugurando una carretera o visitando una estación. Pero su jefe decidió hacerle el encargo. Y si lo hizo, sería porque el paso de Delcy Rodríguez por Madrid lo exigía. Ese fue el primer error. El segundo, ya del propio ministro encargado fue pensar que se puede ocultar la verdad a base de mentiras. Nada mejor para despertar la curiosidad periodística y el hambre política del adversario.
Y así estamos a día de hoy, con el Gobierno empeñado en tapar el asunto y la oposición empecinada en destaparlo. Con los ministros esquivando micrófonos y los medios multiplicando las preguntas. Y con la nocturnidad del encuentro y el currículum de la estrella invitada alimentando la trama.
No olvidemos que la vicepresidenta en cuestión tiene restringida la entrada a Europa por participar en la represión a su pueblo. No obviemos que su gobierno ha condenado al exilio a cinco millones de venezolanos y que permite, cada día, que su gente pase hambre a pesar de vivir en uno de los mayores productores de petróleo del mundo. Seguro que de eso no habló Ábalos con Delcy mientras le abría solícito la puerta de la sala VIP de Barajas. Seguro que su hora y media de charla no fue por ahí. Ya lo sabremos.
Aquí tenemos al Parlamento, a la Justicia y a la prensa para evitar que las cloacas campen a sus anchas. Es lo que diferencia a las democracias de los regímenes como el venezolano. Es lo que tiene mezclar las mentiras con las cintas de vídeo... Al final siempre se sabe la verdad. Fin del culebrón.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a Javier Gallego. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.